viernes, 6 de marzo de 2009

2do año SB 2009
LA EDAD DE ORO DE LA CARTOGRAFÍA

Artículo publicado en la Revista Teoría/Crítica VERSIÓN ADAPTADA
Universidad de Alicante, vol 3, 1996

" Cartografía barroca y retórica del discurso"
Xavier Laborda Gil
Lingüística. Universitat de Barcelona


La edad de oro de la cartografía está afincada en los Países Bajos, desde mediados del XVI a finales del XVII. Su figura principal es Gerardus Mercator (1512-1594), con sus seguidores Jodocus Hondius y Willem J. Blaeu. Tal auge técnico y empresarial se debe a una feliz conjunción de factores; entre ellos, la reedición renacentista de obras clásicas y la función de las universidades, como la de Lovaina, impulsores del conocimiento astronómico, astrológico y geográfico; la creación de talleres de instrumentos matemáticos y de medición; o la emergencia de empresas de primerísima calidad que reúnen investigación geográfica, técnicas de impresión y edición. Además, hay otra razón política en el interés estratégico para España de las diecisiete provincias de los Países Bajos, por su dominación y la sublevación posterior de Guillermo de Orange.La cartografía adquiere una importancia de Estado, con producciones secretas para uso militar. Pero también la tiene para las empresas dedicadas al transporte de cabotaje y el comercio de ultramar, en una época mercantil, de exploración geográfica y asentamiento colonial. Y aún adquiere otro valor para la burguesía, que es el suntuario, pues la posesión de globos terráqueos o mapamundis les confiere un prestigio, por su carestía y vistosidad ornamental. En este ambiente destacan las iniciativas científicas y técnicas de las casas editoriales de Mercator, Hondius, Janssonius y Blaeu, empresas familiares que se relevan en la supremacía del sector y mantienen una prolongada tradición. La repercusión de este período es muy grande por su originalidad y vigencia.
El perfil del cartógrafo de los Países Bajos es complejo: artesano y artista, matemático e investigador de fuentes empíricas de información, editor y humanista. Sus antecedentes inmediatos están en los trabajos de Peter von Bienewitz o Apianus (1495-1552) y Gaspard van den Hayden (1496-1549), quienes presentan un método que relaciona la longitud geográfica con la posición de la luna y las estrellas fijas, y permite la triangulación y el levantamiento cartográfico. De ellos, junto con Van Deventer y Reiner Gemma, recibe el innovador Gerardus Mercator enseñanza y ayuda. Su nombre no latinizado es Gerard Cremer. Este flamenco, un experto grabador, instrumentista y científico, alcanza similar repercusión a la del alejandrino Ptolomeo (siglo II) con un mapamundi para la navegación publicado en 1569. Roger-A. Blondeau define los rasgos técnicos de su mapa: “ Mercator ideó el sistema de proyectar cilíndricamente el mapamundi en dos dimensiones que hoy conocemos como proyección Mercator, en la que los meridianos y paralelos se representan como líneas rectas, los paralelos equidistan del Ecuador y los meridianos son perpendiculares a ellos. En realidad los meridianos convergen hacia los polos y, por tanto, en estaproyección las longitudes se dilatan a medida que nos alejamos del Ecuador...
Es cierto que la proyección Mercator puede ofrecer imágenes distorsionadas de las superficies a medida que nos acercamos a los polos; sin embargo, es muy útil para la navegación considerando que las líneas de unión entre dos lugares(curvas loxodrómicas o líneas de rumbo) cortarán los meridianos y paralelos siempre bajo el mismo ángulo tal y como sucede en realidad. Con una brújula es fácil para un navegante encontrar el rumbo correcto” .

El procedimiento proyectivo de Mercator es gráfico, como ha sido tradición hasta el siglo XVIII, en que éste se trasvasa a fórmulas matemáticas que incorporan el cálculo integral y diferencial. Su mérito está en reducir una realidad esférica como es la Tierra a una figuración plana y rectangular, si bien incurre en distorsiones monumentales, que aumentan las tierras situadas en el hemisferio norte y empequeñecen las del sur. Así, Groenlandia (2,1 millones de km cuadrados) se ve similar a África (30 millones de km ) y bastante mayor que la India (3,3 millones de km ), la península arábiga (3,5 millones de km ) o América del Sur (17,8 millones de km ). Esto mismo sucede con otros territorios, como por ejemplo Europa, que aparece mayor que América del Sur, aun cuando ésta es doblemente extensa que aquella.

"Como se sabe -escribe A. Peters-, el Ecuador divide la Tierra en dos partes iguales. No obstante, si se localiza éste en la proyección de Mercator, entonces resulta claramente evidente que aquí se han dedicado dos tercios de la superficie del mapa para representar el hemisferio norte, mientras que el hemisferio sur ha de apretarse de un modo exagerado en el tercio restante" (1992:56). Supone una refundación de la cartografía. Y hasta la actualidad se han mantenido vigentes los principios de representación marcados por Mercator. Si consideramos que tan sólo la propuesta de Arno Peters (1974: Die Länder der Erde in flächentreuer Darstellung) ha supuesto una modificación del modelo de Mercator, y aún así no adoptada con carácter general por la fuerza de los hábitos visuales adquiridos, se constata la magnitud de la obra de los cartógrafos del Barroco.Sin embargo, la imagen legada por Mercator ha perdurado hasta nuestros días, con algunas correcciones aportadas por la exploración marítima posterior. Originalmente no aparecían Australia ni las islas de los mares del sur, la Antártida o los polos, y la costa oeste de América del norte era una fantasía. Además de la superficie, hay otras distorsiones de escala y proporción que colisionan con el propósito de universalidad. El mejor instrumento de representación terrestre es el globo. Fuera de él, esdecir, mediante el planisferio la distorsión visual es inevitable, pero ello no impide quese pueda representar la superficie de la Tierra con proporción y fidelidad de ubicación,claridad y universalidad.

Después de Mercator han intentado superar su visión distorsionada y eurocénticra, con logros y deficiencias que en la actualidad se siguen discutiendo; entre esos intentos se cuentan los mapas de Sanson (1650), Bonne (1752), Lambert (1772), Mollweide (1805), Hammer (1892), Eckert (1906), Googe (1923) o Peters (1974), en los que se aplica toda la gama geométricamente imaginable de meridianos: rectos, elípticos, circulares o sinusoidales . De todas estas propuestas destaca el modelo de Peters, que recoge la cuadrícula de Mercator pero alarga verticalmente la silueta de los continentes del hemisferio sur. La estilizada figura que compone es la llamativa apariencia de un trabajo de renovación cartográfica que se atiene por primera vez a la fidelidad de superficie y de ubicación, escalado, proporcionalidad, universalidad, claridad y adaptabilidad a una perspectiva no eurocentrista. Pero el planisferio de Mercator mantiene unas cualidades que justifican la preferencia mayoritaria por él, como la fidelidad de ubicación relativa de los lugares (posición o correlación horizontal entre dos puntos equidistantes del Ecuador, y eje o correlación vertical) y, sobre todo, su claridad de interpretación, que la ha convertido en una imagen armónica y difícilmente sustituible.

La exploración oceánica de Magallanes alrededor del mundo, que acabó en 1522 con el regreso de una de sus naves al puerto de Sevilla, puso fin a la imagen cristiana,inspirada en la Biblia, de una superficie plana y circular como un plato u ovalada como una fuente. Había nacido el mapamundi moderno, que recogía la esfericidad terráquea y la supremacía de la superficie marina. En 1538 Mercator trazó su primer planisferio, con forma cordiforme o de corazón, que se hizo famoso porque llamaba América por primera vez al continente, tanto en su parte sur como norte . El bautizo con el nombre de América corresponde al cartógrafo Martin Waldseemüller, quien en 1507, un año después de la muerte de Colón, indica como un nuevo continente las tierras descubiertas por Colón, pero que erróneamente atribuye a Américo Vespucio.

La figura definitiva del trabajo de Mercator llegó en 1569, en la que recoge la red ortoédrica de coordenadas: un rectángulo apaisado es atravesado por meridianos y paralelos que se cortan perpendicularmente, con la particularidad de que la distancia entre los paralelos aumenta al acercase éstos a los polos. Los países europeos están representados en el centro, en un tamaño mayor al real. Este es el paradigma cartográfico que, con ligeras modificaciones, permanece vigente y alimenta nuestro imaginario.Tras la muerte de Mercator, las planchas de cobre y los mapas de Mercatorf ueron adquiridos en subasta por Jodocus Hondius, un magnífico grabador asentado enAmsterdam, quien completó el atlas del primero hasta formar un total de 143 mapas y así editar, en 1606, el Atlas Mercator-Hondius. Continuado por su hijo Henricus, la obra alcanzó los once tomos y unos 500 mapas, con abundantes reediciones. Un competidor de los Hondius y continuador de Mercator es la familia Blaeu, con WillemJanszoon a la cabeza de la saga, que edita nuevos planisferios y atlas, a partir de las planchas de Mercator que compra en 1629.La producción de tres generaciones de Blaeu adquiere unos rasgos singulares, hasta constituir quizá la mayor empresa editorial de su época . La empresa tuvo proyección internacional y supuso un prodigio técnico, cultural y político para Amsterdam. En su catálogo de 1659, por ejemplo, había más de doce mil títulos, entre los cuales figuraban los más suntuosos del siglo.En lo que se refiere a los materiales cartográficos, suprimen toda mención a Mercator, pero completan su obra y la dotan de una rica ornamentación y figuración. En definitiva, sus trabajos de edición consolidan la cartografía moderna y , lo que no es menos importante, la asocian a un giro estético propio del siglo XVII, en una relación inseparable.

Los atlas reciben el nombre de El teatro -más exactamente, las imágenes- del mundo o Nuevo atlas, como el editado por Willem y Joan Blaeu en 1635, que contiene unos mapas de gran belleza y cuidada tipografía y presenta una portada maravillosa. Por su parte, su mapamundi de mayor éxito es de 1648, a cargo de Joan con ocasión del fin dela guerra de los Treinta años. Se trata de la reedición de un mapa de 1606 publicado por el padre, Willem, que incorpora algunos descubrimientos, como el del estrecho de Le Maire, y conserva una orla decorativa sumamente interesante. Esta última obra mural, mucho más asequible y exhibible que el Atlas divulga e impone definitivamente la proyección de Mercator.

Las imágenes del mundo

Los atlas que se editan en la casa Blaeu cubren una amplia gama: universales, de países o de ciudades. Por ejemplo, la descripción gráfica de las ciudades de una regiónes una forma imaginativa y laboriosísima de cartografía ilustrada, distintiva del Barroco en países protestantes. Con la colaboración de topógrafos y dibujantes se reúne mapas,perspectivas de las poblaciones y vistas de palacios y monumentos, en obras pioneras sobre las ciudades de los Países Bajos o Italia. Su importancia y audacia radica no sólo en la destreza de los trabajos sobre el terreno, sino en la calidad del arte tipográfico y de estampación, en consonancia con el esplendor cultural que se vive en Amsterdam.Espoleados por la competencia, los descubrimientos y la demanda, confeccionan en sustalleres el atlas "más bello y más grande que jamás se haya publicado" afirma Günter Schilder , aparecido en las versiones neerlandesa, latina, francesa, alemana y española.Y añade con convicción el mismo ensayista: "Joan Blaeu alcanzó la cima absoluta de laproducción de atlas en Amsterdam con la edición de su Atlas Maior, la obra de su vida.Este atlas, encuadernado con todo lujo de detalle, con 600 mapas en folio y 3.000 foliosde texto, era un auténtico símbolo de la riqueza cultural del período, una obra que no podía faltar en las colecciones de comerciantes prósperos, los mandatarios de los estados y todo tipo de coleccionistas.
"Los nombres pugnan a veces por apoderarse de la representación de un mismo objeto, y durante ese tiempo de conflicto nominal se dirimen sentidos que están despiertos y reconocibles por los espectadores. Luego esos matices se erosionan y olvidan. Es el caso del atlas. Tradicionalmente recibían la denominación de Theatrum Orbis Terrarum, el teatro o las imágenes de la Tierra, pero en esto también fue un innovador Mercator al introducir la forma que se ha de imponer: Atlas, no tanto por evocación del mitológico titán que sostiene la bóveda celeste por castigo de Zeus, como se ha creído y se ha justificado con ilustraciones alusivas, sino por la del no menos legendario rey de Mauritania, estudioso de la astronomía y supuesto artífice del primer globo terrestre.
Así lo explica Mercator:“ Me propuse consagrar todas mis capacidades y todas mis fuerzas a contemplarla cosmografía como elevada atalaya del espíritu con el fin de encontrar en las cosas todavía poco conocidas alguna verdad que contribuya al progreso de la Filosofía, me propuse imitar al rey Atlas, tan destacado por su erudición y su bondad como por su sabiduría”.
A partir de entonces, es decir, de 1602, en que Mercator publica el Atlassive Cosmographicae Meditationis de Fabrica Mundi et Fabrica Figura, el término abandera la geografía nueva y designa un conjunto de mapas de formato y estilo uniformes.

Mapamundi

La pervivencia del mundo caracteriza el mapamundi de Willem Blaeu de 1606, que fue reeditado posteriormente por sus descendientes y alcanzó una difusión tan notable que se convirtió en la referencia principal de la nueva cartografía. En la parte superior se lee la leyenda que le da nombre y acredita la autoría: Nova Totius Terrarum Orbis Geographica ac Hydrographica Tabula auct: Guiljelmo Blaeuw. El editor omite la referencia a Mercator, si bien su mapamundi en folio sigue la proyección ortogonal de éste. De la comparación de la lámina de Blaeu con la de Mercator, publicada en 1569 en Duisburg, se extrae la fidelidad del modelo pero también destacan las diferencias en la calidad gráfica y ornamental, notablemente mejorada por el epígono. Tales cambios de presentación no son superficiales, en el sentido de que no se pueden separar del auge y prestigio que adquiere la cartografía ni tampoco de la retórica científica del Barroco. La sustitución de este mapa no se produjo hasta 1662, en que Joan Blaeu introdujo un mapa diferente en la obra magna Atlas Maior, seguramente forzado por la envergadura de las nuevas descripciones aportadas por exploradores y navegantes que por cualquier otra razón de caducidad. Es más, el valor técnico y discursivo de sus recursos gráficos y ornamentales no resultó afectado durante ese tiempo.El contenido del mapa ha embebido tan intensamente nuestra tradición cultural que parece banal su descripción. No obstante, recordaremos que en la hoja, atravesada por meridianos y paralelos, destacan dos ejes. El vertical es el meridiano origen o líneade no variación, que corta el océano Atlántico por las islas de Cabo Verde, y el horizontal, el Ecuador o Circulus Aequinoctialis. Lo peculiar es que no se respeta la simetría del cuadro porque el ecuador está desplazado hacia la parte inferior, de modoque el hemisferio norte ocupa dos tercios del espacio. Esta elección ataca, además de la simetría, la proporción de los territorios, pues los del norte se ven mayores de lo que les corresponde. Las razones de esta deformación, que no pasaría desapercibida a Mercator,se resumen en un eurocentrismo justificado, mal que bien, por la elección de no seccionar continentes, encarar Europa y América o bien reflejar mejor la tierra conocida que la inexplorada del hemisferio sur. En los extremos inferiores del mapa se superponen dos hemisferios, que representan los lugares boreales y australes situados por encima de la latitud de los 50 grados; para proyectarlos con mayor precisión de la que permitía a Mercator la red ortogonal.El mapa contiene tres leyendas, presentadas dentro de cartelas y distribuidas porlas zonas periféricas de las que se disponía poca o ninguna información. Las leyendas se refieren al descubrimiento de América por Colón o a la expedición magallánica, entre otras. Las cartelas tienen una bella ornamentación, pero la ornamentación más llamativa está en la orla del mapa, que lo enmarca y lo complementa con información gráfica. En algunos mapas era habitual incluir en esta parte vistas de ciudades, monumentos y grupos de parejas engalanadas. En el mapamundi de 1606 la orla contiene cuatro secciones, una por lado. Todas ellas tienen en común la gran calidad de sus ilustraciones y, en lo que toca a su asunto, tienen una misma fuente de inspiración en la antigüedad clásica. La franja superior recoge el conjunto de los septem planeta, con siete medallones que representan a los dioses planetarios de la mitología: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno. En idéntica presentación figuran, en la franja inferior, las septem mirabilia mundi: los jardines colgantes de Babilonia, el Coloso de Rodas, las pirámides de Egipto, el mausoleo de Halicarnaso, el templo de Diana en Éfeso, la estatua de Júpiter (o Zeus) en Olimpia y el faro de Alejandría. Los lados están divididos en cuatro cuadros. A la izquierda están las ilustraciones de los cuatro elementos o quatuor elementa, y a la izquierda las cuatro estaciones del año o quatuor anni tempestates.
La intención ornamental y suntuaria de la orla complementa o enmarca los saberes arquetípicos que interesan a una visión geográfica general y que proceden de varias ciencias. La astronomía presenta el mundo estelar de los planetas, bajo la veladura artística de los dioses mitológicos. La cosmografía y la física -originalmente, filosofía- abarcan el mundo sublunar o terrestre, en lo tocante a las estaciones del año y los principios de la materia, personificados con idéntico recurso. Finalmente, el microcosmos humano tiene su representación en los hitos de una historia ejemplar, es decir, las siete maravillas del mundo clásico. De este modo queda atestiguada la correlación de la geografía con los tres orbes o esferas del universo, el estelar, el sublunar y el microcósmico, según se gusta representar en obras eruditas del barroco .

Conclusiones

El prestigio que en el siglo XVII obtiene la cartografía de los Países Bajos y la aceptación general del modelo de Gerardus Mercator durante cuatro siglos ponen en entredicho la concepción de que la ciencia es el conocimiento que se impone por la autoridad de los hechos. Esa cadena de acontecimientos anima, más bien, a discutir qué es el trabajo científico. En el caso de la cartografía moderna, descubrimos unas funciones de información geográfica más amplias de lo que sugiere su definición técnica. Por una parte, las guías marítimas dan cuenta de las novedades que aportan los viajes de descubrimiento. Luego está la información política que daban los mapas sobre guerras, asedios y expediciones militares, como las que ocurrían en la guerra de España en los Países Bajos. Los cambios del paisaje interior, al desecar marismas o crecer las ciudades, son otro motivo de expansión del comercio de mapas. De este modo, al interés humanista de intelectuales se suma el de índole práctica de navegantes, gobernantes, comerciantes y un público ávido por tener noticia de los acontecimientos geográficos que se producían en un mundo que se dilataba sin límites, al mismo tiempo que sus artes gráficas y cartográficas daban prueba de una notable capacidad de adaptación a tales necesidades. Lo dicho se refiere al prestigio social y auge técnico. En cuanto a la aceptación y perviviencia, hasta nuestros días, del modelo de Mercator, cabe recordar las razonadas críticas que ha recibido por la falta de fidelidad de superficie, escala y proporcionalidad, además de la rigidez de su eurocentrismo. A pesar de las críticas recibidas retenemos en la imaginación el mapamundi que nos legó el Barroco: sus coordenadas de meridianos y paralelos, la asimetría de las partes cortadas por el Ecuador y los continentes. En ediciones posteriores ha sufrido retoques para mejorar la figura de los continentes y el reparto de los hemisferios, pero también se ha perdido por el camino la sugestiva iconografía.

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