domingo, 2 de noviembre de 2008

El peligro de la fauna exótica

Domingo 10 de Agosto de 2008 Año III Nº 0285 Buenos Aires, Argentina

En www.perfil.com.ar

Cuando hay que matar animales para conservar la biodiversidad

Aunque suena paradójico, en los Parques Nacionales argentinos existen varios planes para erradicar distintos tipos de animales y vegetales. El objetivo es controlar las especies introducidas irresponsablemente con intenciones de caza, que se reprodujeron de un modo descontrolado y ahora atacan flora y fauna autóctonas, haciendo peligrar ecosistemas enteros. Desde burros en el norte hasta castores en Tierra del Fuego. Los grupos ambientalistas no se oponen pero piden que los métodos para el sacrificio no sean cruentos. El caso de los canguros en Australia y los camalotes argentinos en África.

Por Martin De Ambrosio

Matar a algunas especies para que todas las demás sigan viviendo. En esa simple ecuación se podría resumir el cuadro de situación que se vive en buena parte de los Parques Nacionales argentinos. En su pelea por conservar la biodiversidad y los ecosistemas de alto valor, se debe recurrir al control de especies exóticas, introducidas por la irresponsable mano del ser humano.
Ese “control” se hace del modo más directo que se pueda imaginar, es decir, organizando partidas de caza para acabar con los animales, o con herbicidas o fuego en el caso de que sean árboles los que ocupan el lugar de las especies nativas.
Los ejemplos son numerosos: ciervos colorados en los parques Lanín y Nahuel Huapi, burros y vacas salvajes en Salta, castores en Tierra del Fuego, jabalíes en Entre Ríos y cabras en la Isla de los Estados son sólo un puñado de casos de animales que atacan a las especies autóctonas y hasta cambian el entorno natural.
“El castor destruye el bosque y lo transforma en pastizal”, explicó Guillermo Martínez Pastur, del Centro Austral de Investigaciones Científicas de Ushuaia, que pertenece al Conicet. “Forma diques con barro, voltea árboles, corta ramas e inunda enormes superficies también”, agregó el especialista al enumerar los cargos contra el animal de origen canadiense que ya alteró el 5% del bosque nativo.
El plan de erradicación supone terminar con los entre 20 mil y 100 mil ejemplares que se estima que existen. Al menos, está garantizada una muerte sin dolor para el bicho.
Razones. Las especies foráneas son muy dañinas porque, al no haber evolucionado junto al medio ambiente que las cobija, no tienen predadores naturales y virtualmente hacen lo que quieren. “Hay que conservar los ambientes naturales originarios de cada región del mundo. Pero cuando hay especies introducidas por el hombre, accidental o intencionalmente, se produce un desequilibrio del ecosistema, y ocupa el lugar de otras especies o utiliza recursos del ecosistema que llevan a un desbalance”, opinó Diego Moreno, director de conservación de la Fundación Vida Silvestre. Para él, las especies introducidas son una amenaza y por eso está a favor “de acciones de control, o de erradicación, si se puede”.
Si bien la Argentina es de los países más atacados, se registran casos en el exterior (ver recuadro). Además, el país exporta flora nociva: según el experto de Vida Silvestre, los camalotes de la Mesopotamia causan grandes problemas en las represas de Africa.
Lo mismo un burro. En el Parque Nacional Los Cardones (Salta) se llevó a cabo un proyecto piloto para erradicar a los burros. Y ya se eliminó alrededor del 80% de la población, según explicó Sergio Bikauskas, intendente a cargo del Parque. “Es una especie traída por el español, en la época en la que se usaba para el transporte de la plata de El Potosí. Cuando la actividad decayó, se quedaron y ahora son silvestres”, dijo. Allí, el burro compite con el guanaco en desigualdad de condiciones. “Los pies de los burros no tienen almohadillas y los efectos de sus cascos pisando la vegetación son muy graves. También erosionan la tierra por el modo en el que arrancan los vegetales de los que se alimentan”, agregó.
Según Bikauskas, tuvieron cuestionamientos por razones sentimentales o religiosas. “Pero no se planteó una contrarrealidad. Nosotros estamos protegiendo la casa de los animales nativos”, aseveró.
En El Palmar, Entre Ríos, los jabalíes se comen los brotes de las palmeras. Para combatirlos se usan dos modalidades, explicó Aristóbulo Maranta, intendente del Parque Nacional: apostaderos con cebo de maíz y partidas de hasta 40 cazadores organizadas por los guardaparques. “Tenemos un gran poder de tiro y pasamos a cazar 600 jabalíes por año”, indicó.

El dilema del canguro

No sólo la Argentina sufre y se plantea cómo frenar a las especies exóticas. De las Islas Galápagos fueron erradicadas más de 100 mil cabras que dañaban su ya frágil ecosistema. El investigador del Conicet, Guillermo Martínez Pastur, añadió que Australia y Nueva Zelanda tienen presupuestos de cientos de millones de dólares para eliminar especies perjudiciales para su fauna, como el zorro europeo en Tasmania.
En marzo, hubo un escándalo porque activistas ecológicos no querían que se sacrificaran 400 canguros, de los 80 millones que se calcula que existen en Australia. Como allí viven 20 millones de personas, la proporción es cuatro canguros por cada ser humano.

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