domingo, 25 de noviembre de 2018



River, Boca y la cultura de la pedrada

LA VIOLENCIA ES UN MANDATO Por Pablo Alabarces 

No son animales disfrazados de hinchas: son hinchas. Ni siquiera inadaptados: son sujetos adaptados a lo que espera de ellos una cultura futbolística organizada en torno de la violencia como ética. La inutilidad de quienes no pueden garantizar ni siquiera un partido con hinchas locales, el tribunerismo de los ídolos, las interpretaciones paranoicas del periodismo: pero por suerte todo fue obra de un puñado de violentos. ¿No era de vida o muerte? ¿Qué esperaban? Escribe Pablo Alabarces.
No me queda inteligencia, ya devastada por cinco horas de periodismo deportivo mainstream y redes sociales ardientes de conspiraciones, más que para deshilvanar quince ideas. Si alguien quiere conectarlas, cambiar el orden, establecer relaciones, causas o consecuencias, está en su absoluta libertad de hacerlo.

1.Los hinchas de todos los equipos argentinos agreden al micro de los jugadores rivales.

Pasó en Boca con los de River. Pasó hace muchos años con el micro de un equipo boliviano que jugaba un partido de copa contra Gimnasia y Esgrima de La Plata, en el Bosque: hubo heridos, el partido no se suspendió, nadie se preocupó demasiado, apenas se trataba de bolivianos. Pasó con Tigre en San Pablo hace seis años (después, la policía paulista, cabeza a cabeza con cualquier policía brava argentina, amenazó con armas a los jugadores de Tigre en el vestuario).
Nadie se pregunta por qué: sencillamente, porque los hinchas, “empoderados” (como es tan frecuente decir ahora), están convencidos de que su participación es decisiva en el espectáculo futbolístico. Con su aliento, con sus banderas, con su fiesta, con su aguante, con su pasión, con sus insultos, con sus amenazas, con sus promesas de violaciones, con sus afirmaciones letales, con sus piedrazos. Después de todo, apedrear un micro es la forma más eficaz de garantizar la eficacia de esa intervención imaginaria en el resultado. O que deje de ser imaginaria.
Entonces: para llevar un micro con jugadores, casi sin custodia, al lugar donde lo esperan algunos miles de hinchas rivales, hay que ser un pelotudo, o funcionario público.

2.Lo único positivo es que esta vez todo ocurrió ante la atenta mirada de Gianni Infantino, el presidente de la FIFA.
Hay una esperanza, entonces: que la FIFA desafilie a la AFA y el fútbol argentino pueda entrar, así, en su definitiva y merecida extinción.

3. Hace tres años, apenas tres, escribí esto en esta misma revista luego de los infames sucesos del gas pimienta: “Ya sé que lo mínimo admisible es la pérdida del partido para Boca, la clausura del estadio por cinco años, el juzgamiento de todos los responsables del club por complicidad evidente y televisada. Pero permítanme una última provocación, para que el resto de los hinchas acepte que esta vez les toca a los de Boca pero podría ser cualquiera, que va a ser mañana o pasado. Mi fe en el fóbal y en el género humano retornaría si mañana los dirigentes de River y Boca, juntos y a la vez, acompañados por ese ser que funge de presidente de la AFA y de cuyo nombre no quiero acordarme, pidieran a la Conmebol que todos los equipos argentinos quedaran fuera de la Copa.”
Nada de eso ocurrió. Boca tuvo sólo dos fechas de suspensión del estadio, por mediación directa del entonces candidato presidencial Mauricio Macri con el entonces presidente de Paraguay e íntimo amigo del entonces presidente de la Conmebol. Al candidato Macri la sociedad argentina lo ascendió a presidente de la Nación, para que así pudiera entretenernos con sus declaraciones futboleras, tales como calificar de “culón” a Marcelo Gallardo pocos días antes de la final.
Entonces: este partido no debía jugarse, pero porque la Conmebol debió haber suspendido en 2015 a todos los equipos argentinos por cinco años, y a Boca por diez. Esa fue la sanción al fútbol inglés y al Liverpool, respectivamente, en 1984, después de la masacre de Heysel. Faltaron los 39 muertos, posiblemente; quizás, sólo estamos esperando a que lleguen.

4.Hace apenas dos semanas, el ministro de (in)Seguridad porteño, Martín Ocampo, aceptó que su gobierno no puede garantizar la seguridad para que en un estadio coincidan hinchas locales y visitantes. Fue en un programa de televisión, Código Político; estaba en el estudio, y cuando Van der Kooy me entrevistó dije, más o menos, esto: este tipo es un inútil que acaba de confesar que el estado democrático renuncia a hacer coincidir en tiempo y espacio a dos personas que tengan simpatías futbolísticas diferentes. Dos semanas después, el estado demostró que no puede siquiera garantizar la seguridad sólo con los locales. Ocampo fue puesto en su cargo por indicación directa de Daniel Angelici, el presidente de Boca. Es el responsable de ese maravilloso operativo por el que la cana llevó al micro con los jugadores de Boca a pasar por el medio de algunos miles de hinchas de River. Un genio inmarcesible.

 5.“La final del mundo”.

Hace pocos días, el amigo Alejandro Wall interrogaba a colegas de distintas partes del mundo: todos contestaban que el partido le importaba un bledo a nadie fuera de estos pagos. Pero se tituló “la final del mundo”, “el partido del siglo”, “no hay mañana”, “a vencer o morir”, “de vida o muerte”. Luego de todo ese despilfarro de metáforas y adjetivos, los periodistas hoy se preguntaron por qué “la gente” está tan loca que es capaz de apedrear el micro de los jugadores rivales. Mirá vos, no se me ocurre por qué: ¿no es que era de vida o muerte?
6.Veinte años diciendo lo mismo.
Puedo citarme los próximos diez mil caracteres. Por ejemplo, esto, también de hace tres años en esta revista: “Lo bueno es que esta vez fue en un Boca-River mirado por algunos millones de espectadores. Si todo esto pasaba en un Newell’s-Central –y no digo un Defensores-Excursionistas–, Anfibia no me pedía esta nota. Les digo más: hace pocos meses, después del clásico rosarino, mataron dos hinchas por las calles. Al fútbol, a los hinchas y al periodismo argentino, perdonen la franqueza, le chupó soberanamente un huevo”.
Hace tres semanas, Newell’s y Central jugaron un clásico fuera de la provincia y a puertas cerradas. Fue titular en las secciones deportivas, por un día. Hace cuatro días ocurrieron los incidentes de All Boys- Atlanta: las “explicaciones” volvieron a ser las de siempre, las que hablan de barras bravas, violentos, animales, barbarie. Otro intérprete del periodismo deportivo, Gustavo Grabia, salió a “explicar” argumentando con la peligrosidad extrema de la barra del Albo, vinculada con De Elía, Hezbollah y el narcotráfico local. Nadie salió a recordar lo obvio: que la nuestra es una cultura futbolística donde vengar el honor mancillado por una derrota –de local, contra un rival clásico, y para colmo esos judíos putos– es un mandato, no una opción. Mis propios informantes hablan de dos cosas: cánticos antisemitas durante el partido, que sin embargo no llevaron a la suspensión, como exige el reglamento; y que los periodistas partidarios locales eran algunos de los más exaltados en los insultos contra los pobres dirigentes, periodistas y familiares del Bohemio –Grabia explicaría esto alegando que los periodistas partidarios del Albo son barras bravas contratados por Hamas y la vieja y querida OLP. Para no hablar del orgullo local, florestense, de ver a la policía, ese hato de inútiles, corriendo por las calles del barrio para huir de la hinchada local, retrocediendo con los móviles y chocando entre sí –para no recordar la vieja tirria del barrio con la comisaría 43°, luego de los crímenes de los tres chicos en 2001, cuando el barrio casi copa el local policial.
Los hinchas de All Boys no ven, en todo esto último, sino motivos de orgullo. Han demostrado un aguante superior a sus expectativas: el respeto de las hinchadas rivales va a crecer desmesuradamente. Como se ve, no hay ni rastros de disputa de poder interno en la barra ni peleas por fondos clandestinos ni negociaciones por zonas de narcomenudeo: hay puro y vulgar honor futbolero, fundado y alimentado por una cultura futbolística organizada por estas claves.
Pero Grabia está diciendo, a esta misma hora: “los animales disfrazados de hinchas”. No, Gustavo, seguís sin entender nada. Son hinchas. Punto.

7. Carlos Tévez hace rato que dejó de ser “el jugador del pueblo” –clásica fantasía hiperbólica del pésimo periodismo deportivo– para ser sólo un tontito, pero con micrófono abierto. Lo de hoy fue definitivamente descalificador: abona las hipótesis conspirativas, alegando complicidad entre la Conmebol y River.

 No puede ver más allá de su tribunerismo; no puede ver que alimentar las paranoias, en una cultura futbolística organizada por las paranoias, es apenas tirar nafta a un fuego ya de por sí bien alimentado. Moraleja: la mayoría de los jugadores son tan responsables de todo lo que ocurre en el fóbal como Macri, Tapia, Di Zeo, el Caverna Godoy y el cocacolero del estadio de Berazategui.

8. Alimentar paranoias.


Toda la semana se tejieron hipótesis de ese tenor, respecto de alguna preferencia conmebolística por Boca indicada por la elección de un juez de línea con alguna trayectoria sinuosa. Hoy se desparramaron las contrarias, a partir de la irresponsable doctrina Tévez-Benedetto: que les den la Copa sin jugar, total, River hace lo que quiere. Hace un par de horas me llegó una tercera: una emboscada organizada por los Borrachos del Tablón como venganza por el encarcelamiento del Caverna, su líder, y el secuestro de las entradas de la barra. Ahora me llega una cuarta: que la policía lleva el micro a la emboscada adrede, para forzar suspensión y quita de puntos.
El problema de las interpretaciones paranoicas futboleras es que son el principio estructurador de la cultura futbolística. El problema de las interpretaciones paranoicas futboleras es que son todas increíbles. El problema de las interpretaciones paranoicas futboleras es que en la Argentina son todas posibles.

9.El fútbol refleja la sociedad: un punto en contra de la sociología contemporánea.

El fútbol refleja apenas al fútbol, con holgura y precisión. Básicamente, la demolición de ese lugar común estaría dado por la obviedad de que una cultura aún tan cerradamente masculina no puede “reflejar” a una sociedad donde la mayoría de la “gente” no es varón. Por supuesto, la metáfora del reflejo la suelen repetir señores con pito. “Explicar” con ese argumento permite descargar culpas, pero no explica nada –ni mucho menos lo soluciona.
La explicación la hemos desplegado durante veinte años, la han financiado las instituciones científicas argentinas, la han expandido una decena de colegas a lo largo y lo ancho de la república. Todo este trabajo se esfuma, se vuelve inútil, cada vez que los conversadores de TyC Sports o Fox abren la boca.

10.A esta altura, quizás sea necesario recordar que toda la responsabilidad de todo lo que ha pasado recae sobre autoridades políticas de una inutilidad extrema cuyos salarios multiplican los nuestros como investigadores del CONICET, y que con su analfabetismo funcional, soberbia política, ignorancia supina de lo que el mismo Estado ha producido como conocimiento científico e incapacidad de gestión de la cosa pública, han causado 16 muertos en menos de tres años.
A esta altura, quizás sea necesario recordar que la responsabilidad la comparten funcionarios políticos de todas las gestiones democráticas desde 1983 a la fecha. Que la gestión pasada, por las dudas que alguien no lo recuerde, carga con 96 muertos en doce años.

11.Definición de inadaptados: sujetos minuciosamente adaptados a lo que espera de ellos una cultura futbolística organizada en torno de la violencia como ética.
Definición de pelotudos (del griego: alienados): sujetos que no pueden despegarse de esa cultura futbolística, incapaces de entender que un piedrazo o el uso de gas pimienta en una manga puede acarrear pérdida de puntos y de partidos. Sujetos que, a la vez, saben perfectamente que esa cultura exige de ellos lo mismo que debieran evitar; y que también saben que las sanciones existen sólo para equipos chicos.
Definición de paradoja: releer las dos anteriores definiciones, juntas.

12.Soluciones, versión uno: suspender el fútbol argentino masculino por un año, en todas sus categorías. Intervenir todos los clubes y la AFA: designar mujeres en todos los puestos. Ponerse a laburar.
Soluciones, versión dos: suspender el fútbol argentino masculino por un año, quedarse mirando el techo, repetir varias veces “somos todos responsables”, acortar la suspensión como gesto de buena voluntad, contar los cadáveres al día siguiente.

 Soluciones, versión tres, la que va a ocurrir este lunes: invitar a Florencia Arietto, Gustavo Grabia, Mariano Closs, Juan Manuel Lugones y Martín Ocampo a un estudio de TN, conducidos por Marcelo Bonelli, y jurar investigar hasta las últimas consecuencias lo ocurrido para sancionar debidamente a los responsables, echar a las lacras de las barras del fútbol argentino y de la faz de la tierra y que así vuelva la familia a los estadios. Paso previo: encontrar familias argentinas yendo a los estadios en los últimos cien años. Seguir contando los cadáveres.

13.El partido, claramente, no se podía jugar.

La insistencia de la CONMEBOL y la FIFA sólo puede entenderse en la línea que decidió jugar Juventus-Liverpool el 29 de mayo de 1985 en Heysel, después de 39 muertos. ¿Tontitos, dijimos? ¿Irresponsables? ¿Tipos capaces de sacrificar a la madre por algún derecho televisivo?
14.Pero todo esto es una gigantesca cortina de humo para ocultar la corrupción K y el fracaso del gobierno de Macri.
15.La nota de hace tres años terminaba así: “Y que los hinchas de River, Boca y Racing [y San Lorenzo e Independiente y Vélez y All Boys y Atlanta y Comunicaciones] estuvieran todos de acuerdo, se miraran fraternalmente a los ojos, se digan mutuamente ‘así no va más’ y fueran a tomar la AFA para que se vayan todos/que no quede/ni uno solo”.

miércoles, 18 de abril de 2018


EES Nro 3

2do A
GEOGRAFÍA
19/04/18

Trabajo práctico: Los planisferios



La Tierra no es como la pintan   Autor CARLOS DAGUER        VERSIÓN ADAPTADA

Veintiséis años de debate por mapa de cuatro siglos

Desde hace más de cuatro siglos, el mapamundi con que se ha enseñado geografía muestra a Norteamérica y Europa más grandes de lo que son. Pero la realidad es otra: África es 30 por ciento más grande que Norteamérica y Colombia es el doble de España. Incluso, en una clase de geografía básica Groenlandia es más grande que la India, cuando este país tiene un millón de kilómetros cuadrados más.

El mapamundi con el que se ha enseñado la geografía tradicional se proyectó en el siglo XVI. En éste ha estudiado geografía la mayoría de los niños en el mundo, y aun para estos días sigue siendo el más popular. La preocupación por el tema tiene más de dos siglos, pero la obsesión comenzó hace 26 años y todavía los interesados pelean.

En efecto, en 1974 el historiador alemán Arno Peters, un apasionado del Tercer Mundo, denunció los dejos colonialistas que han tenido los mapas durante más de cuatro siglos. Por expresarlo con un nuevo mapa del mundo, se convirtió en un hereje, no de la religión, sino de la cartografía.

Peters pintó la Tierra de una manera distinta y -si cabe mencionar la intención- más justa. Tradicionalmente, la imagen que se tiene del mundo es un planisferio hecho en 1569 por el cartógrafo flamenco Gérard de Cremer, mejor recordado como Mercator. Este muestra descomunales los países del Norte del globo y, en contraste, pequeños los del Sur.

Sobre un plano, es imposible representar con exactitud un planeta redondo. Sería como aplanar una naranja y esperar que muestre todas sus caras sin que la superficie se rasgue.

SACRIFICARON PROPORCIONES REALES

De alguna manera, la necesidad de pintar la Tierra sobre una superficie plana forzó a Mercator a 'aplastar la naranja'. La consecuencia fue que hacia los polos -donde las rasgaduras habrían quedado más amplias- se 'estiraron' las superficies. En pocas palabras, en nombre del aplanamiento se sacrificaron las proporciones reales.

Mercator no hizo su planisferio para enseñar a los estudiantes, sino para orientar a los marineros. Sin embargo, su proyección -u otras basadas en esta- terminó decorando las paredes de las aulas prácticamente en todo el mundo.

Hace dos años, el investigador Thomas Saarinen, en un trabajo para la National Geographic, analizó 3.800 mapamundis pintados de memoria por niños de 49 países. Casi la totalidad tenía en su mente la proyección de Mercator.

Algunas versiones de este mapa aclaran en letra menuda que las áreas no guardan las proporciones, pero la imagen que queda en la retina es que el Norte es más grande. Y esa misma imagen dice que el Hemisferio Sur, la otra mitad del mundo, es dos veces más pequeño que su homólogo norteño.

Si a esto se suma que entre los siglos XV y XVI se adoptó la convención de pintar arriba el Norte de los mapamundis, la imagen que queda es que definitivamente esa parte es la más importante.

MODELO IDEOLÓGICO

El polémico planisferio del alemán Arno Peters no tuvo la intención de orientar a los marineros, sino de poner las cosas en sus justas proporciones. Situó la línea del Ecuador en el centro y, para respetar las dimensiones, en la cuadrícula redujo las distancias entre los paralelos a medida que se acercan a los polos. Las consecuencias fueron que el Norte se hiciera menos grande y que se sacrificaran las formas en nombre del respeto a las áreas. Según el cartógrafo Arthur Robinson, un furibundo crítico de esta proyección, el mapa de Peters es como "un calzoncillo largo, mojado y andrajoso colgado del Círculo Ártico".

Por ejemplo, allí Colombia aparece más alargada. No obstante, este mapa revela que su territorio, de 1,1 millón de kilómetros cuadrados, es tan amplio como Escandinavia (Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca), que se ve tres veces más grande en la proyección de Mercator. O, por ejemplo,

Groenlandia, cuya dimensión se cree que es como la de África, se ve en sus correctas proporciones: no más grande que México.

No fue por estas razones -demostradas en la realidad y aceptadas por la cartografía- que el mapa de Peters ha sido criticado, aun cuando goza del respaldo de las Naciones Unidas, el Consejo Mundial de Iglesias y otras instituciones.

En el fondo, aparte de las singulares formas que toman algunos países, lo que disgusta es su abierta carga ideológica. En 1885, el reverendo escocés James Gall hizo un mapa similar que pasó casi inadvertido.

LA INIQUIDAD DE LA GLOBALIZACIÓN

La diferencia es que el de Arno Peters puso la ideología en la agenda de la cartografía. De hecho, en la última década este historiador se ha dedicado, entre otras cosas, a denunciar la inequidad de la globalización. Por eso el debate sigue vivo. Aunque existen otras proyecciones distintas a la suya y a la de Mercator -incluso más científicas- su planisferio hoy despierta pasiones más políticas que geográficas.

El suyo se considera un mapa no racista en cuanto busca recordar que al sur de Norteamérica, Europa y Rusia está la mayor cantidad de países, habitantes y territorios de la Tierra. Además, es una crítica a la visión colonialista del mundo que, según su autor, pudo acabarse en la realidad, pero no en la cartografía.

Cuando lo hizo, Peters estaba preparando un atlas histórico. "Mi historia del mundo -decía- trae al recuerdo gente del Tercer Mundo (de Egipto, Mesopotamia, China, India) como creadores de la cultura de la humanidad. Yo no podía usar un mapa como el de Mercator, que muestra los países de esta gente en un tamaño demasiado pequeño para su importancia histórica".

De seguro, para las próximas generaciones, tanto la proyección de Mercator como la de Peters serán anécdotas en la historia de la cartografía. Pero la lección se habrá aprendido: a los mapas también hay que leerlos entre líneas.


Lío irresoluble

Nadie ha encontrado la fórmula del mapamundi perfecto. La única representación fiel es el globo. Aparte de la de Arno Peters, se han planteado varias fórmulas para resolver el problema áreas versus formas.

Las proyecciones de Karl B. Mollweide, de 1805, y de Max Eckert, hacia 1920, pintan la Tierra como un huevo acostado. La propuesta reduce las distorsiones en los polos. En 1921, Paul Goode hizo una versión que parece una naranja pelada y que logra distorsiones menores.

En el último siglo, la National Geographic Society ha utilizado tres proyecciones (Van der Grinten, Arthur H. Robinson y Oswald Winkel), en las que la Tierra aparece como una elipse.

Aunque evitan las distorsiones, conservan el problema de las proporciones erradas. Es decir, intentan resolver salomónicamente el problema: procuran respetar a la vez las formas y las áreas, pero siempre alguna en detrimento de la otra.

EES Nro 3
2do A
GEOGRAFÍA
19/04/18

Trabajo práctico: Los planisferios

TP de a dos o individual
Artículo periodístico
-Daguer, Carlos “La tierra no es cómo la pintan 

FECHA ÚNICA DE ENTREGA: jueves 03/05/18

ACTIVIDADES


1) Hacer el vocabulario buscando  en el diccionario todas las palabras que desconozcan su significado. Anotarlas en el TP, teniendo en cuenta de incluir el significado que tenga relación con  el sentido en el que se las menciona en el artículo periodístico.

2) Nombrar dos ventajas y dos desventajas de cada uno de los planisferios, Mercator y Peters.

  3) Hacer un cuadro comparativo donde señalen semejanzas y diferencias entre los planisferios   de Mercator y de Peters, siguiendo este modelo

PLANISFERIOS
SEMEJANZAS
MERCATOR
DIFERENCIAS
PETERS
Buscaron representar el mundo
Creó su mapa en el año 1569
Creó su mapa en el año 1974

Profesión:  Cartógrafo
Profesión: Historiador

jueves, 11 de mayo de 2017

EES 11
6to 1ra
Ambiente, Desarrollo y Sociedad


Concepciones de la naturaleza y desarrollo en América Latina Por Eduardo Gudynas VERSIÓN ADAPTADA

Introducción

En América Latina, como en otras regiones, se está viviendo una creciente preocupación por la temática ambiental. Cuestiones como la preservación de especies silvestres los efectos de la contaminación, o los problemas ambientales globales, son motivo de atención de políticos, académicos y ciudadanos.
En esta vasta discusión, la palabra Naturaleza ocupa un lugar central, y es invocado desde las más variadas tiendas con distintos fines. Sea en la preservación de sitios silvestres, como en el anhelo por mejores condiciones de vida, se hacen continuas referencias a términos como Naturaleza, ecosistema o ambiente.
Pero a pesar de esta extendida discusión son muy pocos los análisis sobre el concepto de Naturaleza. Aunque este término representa el sujeto de buena parte de las preocupaciones ambientales, no se ha profundizado en sus implicaciones.
La etimología de la palabra Naturaleza indica que proviene del latín natura, que se refiere al "nacimiento" (natus participio pasivo de nasci, nacer). Desde ese contexto se explican dos usos comunes: por un lado, naturaleza, como referida a las cualidades y propiedades de un objeto o un ser; y por otro, naturaleza, para los ambientes que no son artificiales, con ciertos atributos físicos y biológicos, como especies de flora y fauna nativas. Este artículo enfoca este segundo uso.
En esa línea, el concepto ha recibido significados tanto positivos como negativos. La Naturaleza ha sido invocada como el origen de la riqueza de un país, pero también como un medio salvaje y peligroso, donde lluvias, terremotos u otros desastres deben ser controlados. Sobre ella se han superpuesto otros términos. A manera de ejemplo se pueden recordar a la Madre Tierra, como proveedora de alimentos; el Reino Salvaje de los primeros exploradores del continente; y otros más recientes, como ecosistema o simplemente ambiente.
Este artículo analiza la conceptualización de la naturaleza (en su segunda acepción referida a un ambiente que no es artificial). El estudio está delimitado en varios aspectos.
Primero, considera el concepto de Naturaleza en América Latina, elaborando con más detalle y precisando ideas presentadas en Gudynas (1995). La revisión es somera atendiendo a las limitaciones de espacio, pero se presentan varios ejemplos ilustrativos. En segundo lugar, el énfasis del estudio está en las ideas contemporáneas; las referencias históricas se realizan a los únicos efectos de comprender mejor la situación actual. Existen otros estudios que analizan el concepto en un sentido histórico, comenzando por la antigüedad clásica En tercer lugar, el análisis se restringe a los conceptos de la naturaleza en sus vinculaciones con las estrategias de desarrollo. Es una mirada a la pareja Naturaleza-desarrollo, con lo cual otros temas quedan por fuera del objeto del estudio.
La primera sección del artículo revisa los conceptos tradicionales sobre la naturaleza; la segunda parte hace un breve análisis sobre cómo se articulan con las estrategias de desarrollo comúnmente seguidas en “la región; la tercera parte considera el surgimiento de nuevas posturas y se las estudia críticamente; y
finalmente se elabora una discusión y conclusión final.
En este sentido se postula la existencia de una relación dialéctica entre los conceptos de naturaleza y los conceptos de desarrollo. La visión corriente ha considerado que esa vinculación sólo se daba en un sentido, donde las ideas sobre el desarrollo desencadenaban ciertas concepciones sobre el ambiente”. Aquí se
sostiene que esa relación es recíproca, y que los conceptos sobre la naturaleza a su vez determinan los estilos de desarrollo posibles.
Se advierte que existen nuevas visiones sobre la naturaleza las que todavía no han logrado generar contrapartes de ideas organizadas sobre el desarrollo. Se concuerda con otros estudios recientes en que el concepto de Naturaleza se construye socialmente, pero aquí se pone el énfasis en que ello resulta en una pluralidad de ideas sobre la naturaleza, y por lo tanto diversos niveles de inconmensurabilidad
entre ellas. Como el concepto de naturaleza en plural son indispensables los espacios de discusión social sobre ella.

1. Concepciones de la naturaleza

La herencia europea

Las concepciones latinoamericanas son una herencia directa de las visiones europeas. Por un lado, los europeos que llegaron a América Latina impusieron sus concepciones de la naturaleza sobre las culturas originarias. Por otro lado, desde la colonia, los principales políticos, empresarios e intelectuales de la región se nutrían educativa e informativamente de las posturas europeas. Diversos estudios sobre la historia ecológica de la región, han demostrado que la conquista y colonización descansaron en una estrategia de apropiación de las riquezas mineras del Nuevo Mundo.

A ella le siguieron una agricultura extractiva, de alta expoliación ecológica, dependiente de la mano de obra esclava, y luego la ganadería extensiva. Durante esta etapa inicial se difundió la idea que la naturaleza ofrecía todos los recursos necesarios, y que el ser humano debía controlarla y manipularla. Esta visión se inicia en el Renacimiento con las ideas sobre el conocimiento de F. Bacon, R. Descartes y sus seguidores.
Estos pensadores rompieron con la tradición medioeval que veía a la naturaleza en forma organicista, como un ser vivo, y donde las personas eran un componente más. Esa concepción se fracturó, y la naturaleza quedó despojada de esa organicidad y desde una postura antropocéntrica se la vió como un conjunto de elementos, algunos vivos y otros no, que podían ser manipulados y manejados. La naturaleza pasó a ser interpretada como el reloj de Descartes, constituida por engranajes y tornillos, donde al conocerse todas sus partes, podría accederse a entender y controlar su funcionamiento.

Las concepciones renacentistas a su vez son herederas de toda la tradición occidental. La visión antropocéntrica tiene en realidad raíces más antiguas, que uno coloca en la tradición judeo-cristiana y el otro en la cultura helénica. El giro renacentista se apoyó en el experimento, promovido tanto por Descartes como Bacon, donde se introduce el novedoso elemento de la manipulación. En efecto, el experimento no es la simple observación, sino la modificación premeditada como vía para alcanzar un conocimiento pretendidamente cierto. Mientras la visión medioeval concebía al ser humano como parte de su entorno, no dejaba de ser jerárquica en tanto era un interlocutor privilegiado de Dios. Desde el cambio renancentista esa distinción se acentúa, y el ser humano cobra un nuevo papel por fuera de la naturaleza. La descripción metafórica es reemplazada por la simbolización geométrica o matemática, apelando a una abstracción creciente. Se manipula y apropia la naturaleza como condición y necesidad para atender requerimientos cuya meta era el progreso perpetuo. Consecuentemente, paso a paso, se redefinía el entorno natural, y se acentuaban los medios de su manipulación y control. La naturaleza quedó tan disminuida que fue reducida en los primeros estudios de economía al factor de producción "tierra". Los recursos naturales eran considerados como ilimitados, y tan sólo debían encontrarse sus paraderos para enseguida explotarlos. Los primeros economistas, profundamente imbuidos en estas concepciones, promovían tanto el progreso material, y la apropiación de la naturaleza para hacerlo posible. Adam Smith en su texto monumental sobre la "riqueza de las naciones", publicado en 1776, alude específicamente a las metas de la acumulación de riqueza, mediante un progreso sostenido. Es una situación de progreso constante la que se considera la más óptima: "El progresivo es, en realidad, un estado feliz y lisonjero para todas las clases de la sociedad; el estacionario, triste, y el decadente melancólico". El progreso permite avanzar hacia "ulteriores incrementos de riqueza". John Stuart Mill en su influyente obra de economía política, publicada desde 1848, también señalaba las ventajas del progreso perpetuo y el dominio de la naturaleza como su aspecto privilegiado. La marcha de las naciones era concebida como "un movimiento progresivo que se continúa con pocas interrupciones de un año a otro y de una a otra generación: un progreso de la riqueza, un progreso de lo que se llama la prosperidad material." Este "movimiento económico progresivo" es una forma de "crecimiento perpetuo" y es mediado por el dominio "ilimitado del hombre sobre la naturaleza.
 En este contexto se desarrollaron diferentes concepciones sobre la naturaleza. Como es de esperarse, en tanto predominaba una visión sobre el desarrollo y el papel del ser humano, muchas de las concepciones sobre la naturaleza presentan caracteres comunes. Estas concepciones del desarrollo y la naturaleza
pueden ser inscriptas dentro de una ideología. El concepto de ideología se lo maneja aquí en el sentido de deformación, legitimación e integración, tal como lo analiza Ricoeur (1989). En este artículo se considera que existe una ideología del progreso, que engloba a las diferentes escuelas sobre el desarrollo, las que en realidad corresponderían a distintos paradigmas. Seguidamente se revisarán las principales concepciones
de la naturaleza referidas a la temática del desarrollo, poniendo el énfasis en las posturas contemporáneas.

La frontera salvaje

En el inicio de la conquista y colonia, según la información disponible, parece haber predominado una concepción del entorno como espacios salvajes. La naturaleza era incontrolable y se imponía sobre el ser humano, quienes debían sufrir los ritmos de lluvias y sequías, la fertilidad del suelo, la disponibilidad de agua o las plagas de los cultivos. Los espacios sin colonizar eran, a su vez, sitios salvajes, potencialmente peligrosos por las fieras y enfermedades que pudieran cobijar.
Esta perspectiva era típicamente europea, proliferando en escritos de los siglos XVII a XIX. Un buen ejemplo con afirmaciones como "La naturaleza salvaje es horrible y letal" y el ser humano es el único que puede convertirla en "grata y habitable"
Esas mismas ideas se repetían en América Latina. Desde una fase inicial donde se alternaba la admiración con la belleza y riqueza de los paisajes, con el temor, se pasó al control y dominio de las "fuerzas naturales",
promoviéndose el cultivo de la tierra, la desecación de humedales, la construcción de canales, la caza intensiva, la tala de bosques, la introducción de especies productivas o la domesticación de aquellas salvajes que fueran de utilidad. Siguiendo la imagen de Descartes, donde todo era en realidad una máquina, la
naturaleza era analizada en sus piezas (con el notable ejemplo del esfuerzo de catalogación
taxonómica de la fauna y flora del Nuevo Mundo emprendida por los exploradores europeos), y desde allí proveer los medios para la manipulación y control. En Brasil, José Pádua (1987) destaca la figura de José Bonifacio, quien a inicios del siglo XIX, consideraba que la naturaleza era un "gran libro" que podía ser descifrado por la observación empírica y racional, no para contemplarla, sino como medio para el progreso.
La misión se entendió como una "conquista" de la naturaleza, pero además será la obra humana la que permite "civilizar" a la naturaleza, para que ofrezca sus frutos y riquezas. Se buscaba "civilizar" espacios que se consideraban salvajes, tal como se justificaban buena parte de las campañas de conquista, tanto en
la época de la colonia tardía como en los primeros años de las repúblicas independientes.
Por ejemplo, en Argentina la llamada "Conquista del Desierto", a fines del siglo XIX, se basaba en "suprimir los indios y las fronteras" para "poblar el desierto". Lo que en ese momento se llamaba desierto incluía a ecosistemas como la Pampa, que no tenían esas características, revelando la aplicación del rótulo a lo que estaba más allá de la civilidad occidental; toda la campaña se basaba en la contraposición entre
civilización y barbarie.

La naturaleza como canasta de recursos

A medida que avanzaba el control de la naturaleza, se imponía a su vez una visión utilitarista. Quedaban atrás los miedos ante el entorno, convirtiéndose en una "canasta" de recursos que pueden ser extraídos y utilizadas. Minerales, animales y plantas eran vistos como abundantes y al alcance de la mano.



Domingo F. Sarmiento, en su "Facundo" presenta una Argentina donde todo se da en exceso: "inmensa la llanura, inmensos los bosques, inmensos los ríos", una descripción que también se repite para otros países.
Los elementos de la naturaleza se los observa como "recursos", desvinculados unos de otros (por ejemplo, los recursos minerales no eran percibidos en sus conexiones con el suelo que los recubría).
El énfasis apuntaba a la eficiencia y productividad en cómo extraer esos recursos, y en cómo se los aprovecha en las estrategias de desarrollo. El dejar recursos sin aprovechar era una forma de "desperdicio".
Dentro de esta misma perspectiva se reconocieron especies de animales o plantas "útiles", distinguidas de aquellas "inservibles", "peligrosas" o "dañinas". Las primeras englobaron tempranamente a cultivos utilizables (notablemente el maíz, la papa, tomate, etc.), las maderas preciosas (caoba, palo-Brasil, etc.) y
algunos animales de caza para alimentación o piel (carpincho, chinchilla, etc.). Las segundas eran una amplia categoría que iba desde los grandes felinos y zorros, a los escorpiones y arañas.
Durante los siglos XVIII y XIX proliferan visiones en América Latina donde se insistía que la región se mantenía atrasada, no por límites ambientales (como disponibilidad de agua o baja fertilidad), sino por trabas esencialmente culturales y políticas. Los "indios" y "criollos" eran frenos a un mejor uso de la naturaleza,
y por lo tanto se buscó atraer nuevos inmigrantes y civilizar a la población residente para hacer un uso todavía más eficiente de los recursos naturales. El uso de la naturaleza era parte de la lucha por la civilización . Incluso se intentaba reproducir paisajes europeos, totalmente diferentes a los latinoamericanos, y así se realizaban plantaciones de pinos junto a enjardinados que recordaban al Viejo Mundo.
Dentro de esta perspectiva utilitarista se desarrollaron algunas posturas conservacionistas. Es importante este hecho, en tanto indica que aún dentro de una visión manipuladora y utilitaria de la naturaleza es posible encontrar una postura conservacionista, con lo que se echa por tierra la presunción que cualquier
postura de protección de la fauna y flora, por ella misma, ya indica otra concepción del ambiente.
En efecto, el desarrollo de una protección ambiental no es necesariamente incompatible con las posturas progresionistas del crecimiento perpetuo o con una razón instrumental.
En realidad esas posturas no protegen la naturaleza sino los recursos que alimentan a la economía La conservación utilitarista se originó en Europa, y se trasladó a las Américas. Los ingenieros agrónomos y forestales se convirtieron en expertos en cómo manejar las áreas naturales para obtener de ellas el mejor provecho. Esta tradición se difundió en toda América Latina, en particular en la apertura de distintas áreas a la producción agrícola y ganadera, y sus consecuencias se siguen observando en la actualidad. La naturaleza se percibe y valora en lo que resulta útil, y de esa manera se fragmenta en varias vertientes: hay una naturaleza para el geólogo, otra para el promotor agrícola, y otra para el promotor de urbanizaciones.

La naturaleza como sistema

En paralelo a estas tendencias, desde fines del siglo pasado se ha venido desarrollando la ecología como ciencia, conjuntamente con otras disciplinas relacionadas (botánica, zoología, geología, etc.), y posturas teóricas que le servían de sustento (especialmente la teoría darwiniana de la evolución).
Sin embargo, la ecología quedó igualmente atrapada dentro de la visión cartesiana de la máquina, concibiendo a la naturaleza como una máquina. La tarea del ecólogo era describir las partes de
ese conjunto, y comprender cómo funcionaba (sobre la historia de la ecología Bajo esta visión la Naturaleza posee sus propios mecanismos y funcionamientos, que se conciben como "leyes", y que el hombre no debería violar o alterar. La naturaleza poseía cierta unidad interna, una dinámica basada
en el equilibrio dinámico, y un desarrollo temporal, desde estadios iniciales a otros maduros.
Con la irrupción del concepto de ecosistema, por el inglés A. Tansley en 1935, se aplicó la noción de sistema sobre la naturaleza, y en el sentido que en esa época le daban los físicos. Este concepto era más que una forma de descripción sintética, también correspondía a un principio organizador de comprensión de la naturaleza (Golley, 1993). En muchos casos el término ecosistema reemplazó al de naturaleza.
Desde ese punto de partida se pudo aplicar a la naturaleza un lenguaje matemático, diseccionándola en sus elementos y estudiando sus vinculaciones. Por eso, como indica Golley (1993), el concepto de ecosistema es manipulativo, en contraste con otro que pudiese ser relacional. Siguiendo con las tradiciones utilitaristas
indicadas arriba, el ecólogo brindaría la información de cómo intervenir en la naturaleza para conseguir los mejores éxitos productivos. Buena parte de los primeros estudios de la dinámica de poblaciones de animales derivaron en discernir los niveles óptimos y las tasas máximas de explotación de recursos naturales
renovables, en especial en los sectores forestal y pesquero.

Estas mismas corrientes concebían que los ecosistemas se encontraban bajo condiciones de equilibrio dinámico, especialmente por fuerzas como la competencia. Las comunidades de plantas y animales, y los propios ecosistemas, serían entidades reales y no una invención del observador. Presentarían un orden
particular y una evolución temporal desde condiciones de simplicidad a otras de mayor complejidad (sucesión ecológica), que recuerdan la maduración de un individuo. Por lo tanto algunos ecólogos postularon que representaban “cuasi-organismos”. Incluso quienes rechazaban esas posturas como el propio Tansley, eran también utilitaristas, sosteniendo que no había diferencias sustanciales con los balances naturales logrados por otros medios, como la intervención humana, con lo cual se desvanecían las objeciones para que las personas controlaran el entorno
Los estudios sobre la extinción de especies o los niveles de contaminación que proliferaron desde la década de 1960, alertaban sobre una creciente problemática. La vieja imagen de una naturaleza agresiva y todopoderosa, poco a poco, dio paso al de una naturaleza frágil y delicada. La naturaleza como salvaje desaparece, y lo "natural" adquiere méritos de ser la situación a la que se desea regresar.



A ello contribuyeron varios aportes novedosos sobre la naturaleza. Llegaron las imágenes tomadas a la Tierra desde el espacio, donde el planeta aparece como una delicada esfera azul. Esa noción de totalidad explica el resurgimiento de conceptos como el de biosfera, que apunta a la vez hacia a una perspectiva holística y la existencia de límites. La ecología clásica al presentar una naturaleza con un orden propio, también ofrecía un marco de referencia para proponer medidas de gestión. Esto fue realizado por aquellos que sí estaban interesados en la articulación con la conservación y el desarrollo.

La Naturaleza como capital

Un nuevo giro en las concepciones de la naturaleza se inicia en la década de 1980 con una perspectiva originada en la economía. Esta visión se presenta en diferentes corrientes económicas,  pero que han apelado a considerar a la naturaleza como una forma de capital. De esta manera, la omisión de haberla reducido al "factor de producción tierra" podría ser subsanada, integrándola a las herramientas y conceptos a disposición de los economistas. Este intento es una "economización" de la naturaleza, en el sentido de ampliar el concepto de capital hasta englobarla. Al considerar el ambiente como una forma de capital es posible promover la "internalización" de esos recursos a la economía.
Estas posturas expanden la racionalidad económica manteniendo el mismo propósito de instrumentalización y manipulación, así como el antropocentrismo, donde el valor de la naturaleza está dado por los valores de uso y cambio asignados por el ser humano. La naturaleza se podría contabilizar en dinero, y por lo tanto la protección del ambiente en realidad sería una forma de inversión.
La propuesta cepalina considera incluso que se debería calcular la "depreciación" del capital natural, y agrega que "los recursos naturales y ambientales son formas de capital y que, como tales, son objeto de inversión". A su vez, los ciclos ecológicos (como del agua o regeneración del suelo) pasan a ser considerados "servicios" que pueden ser también ingresados al mercado. Bajo esta
postura, la conservación abandona sus objetivos primarios y queda al servicio de las posturas de desarrollo tradicional. Nuevamente los criterios de eficiencia y beneficio se imponen, más allá de los problemas formidables que implica intentar asignar precios a los recursos naturales. La conservación de la naturaleza tampoco se hace aquí en atención a valores ecológicos u de otro tipo, sino en función de su incidencia en los procesos productivos.
Como esta postura ubica a la naturaleza dentro del mercado, aspectos claves de la conservación dependerían de marcos económicos e institucionales. Emerge así una notable paradoja: aunque la sustentabilidad de los procesos ecológicos está determinada por una dinámica ecológica, ese hecho es minimizado, y se le atribuye esa responsabilidad al ser humano. Si concebimos un ambiente natural, sin ninguna interferencia humana, ese ecosistema se mantendrá dentro de su sustentabilidad bajo sus patrones ecológicos por sí mismo. La sustentabilidad ecológica es una propiedad de los ecosistemas y no del hombre.
El reduccionismo economicista no necesariamente reconoce esta cuestión ya que al ingresar a la naturaleza dentro del mercado, de alguna manera desarticula y anula el propio concepto de naturaleza y la reemplaza por términos como capital, servicios, bienes, productos, recursos, etc.

La naturaleza fragmentada

Una consecuencia inevitable de varias posturas anteriores es la erosión y fragmentación de la propia naturaleza. Deja de tener sentido usar ese término por que la naturaleza pierde cohesión, unidad y atributos comunes. Ella es desagregada en distintos componentes y referidas a distintos conceptos y  la visión economicista sólo se reconoce aquellos elementos que posean un valor económico, sea actual o potencial.
Además, cada uno de esos componentes debe tener dueños, proponiéndose derechos de propiedad sobre las formas de vida y los ecosistemas. Tradicionalmente una persona podía ser propietaria de una finca o un predio, pero nunca se entendió que era dueña de un ecosistema o de toda una especie. En la nueva versión, la propiedad puede existir sobre un ecosistema (con ejemplos en la asignación de propiedades sobre secciones de ecosistemas de ríos y cursos de agua), y en la forma más extrema, sobre variedades genéticas de especies vivas (patentes sobre microorganismos y cultivos). En ese caso ni siquiera el ser vivo completo es de interés, sino alguno de sus atributos genéticos, los que pueden ser comercializados, y por lo tanto se los regula por medio de patentes y otros derechos de propiedad. La reducción de la propiedad y de la gestión a nivel de los genes es un ejemplo de una extrema fragmentación de la vida.

2. Estrategias de desarrollo

Desde la temprana independencia, las estrategias de desarrollo invocadas para América Latina también se inspiraban en Europa como un modelo a seguir. El crecimiento material no sólo era un objetivo, sino que no se dudaba de su posibilidad. La naturaleza era el marco que hacía posible esos sueños; se invocaban
las riquezas en cada uno de los países, los espacios vacíos a ocupar, y la calidad de la población. Para ello se diseñaban distintos formas de incrementar la extracción minera, descubrir petróleo, acentuar y ampliar la explotación agropecuaria y promover el desarrollo industrial  El acento se ponía en el crecimiento económico como generador del progreso social y político. Algunos no negaban que esa búsqueda ocasionara costos, referidos usualmente al área social, sino que se los entendía como inevitables. En cambio, los impactos ambientales o los límites ecológicos no eran tenidos en cuenta.

La naturaleza era simplemente ignorada o referida al medio que haría posible ese progreso. Se insistía en la enorme disponibilidad de recursos, en la existencia de espacios vacíos que debían ser "civilizados" y en una amplia capacidad de amortiguación de cualquier impacto ambiental. En especial en el siglo XX, yen particular desde 1940, los modelos latinoamericanos del desarrollo, reivindicaban las ideas básicas del progreso perpetuo y el carácter subsidiario de la naturaleza. 

lunes, 24 de abril de 2017



INSTITUTO MARÍA AUXILIADORA

CURSOS: 5tos años ES 

MATERIA: Geografía Económica y Social de la Argentina

DOCENTE: Carlos Corzo

CICLO LECTIVO: 2017
                                     
                                        EXPECTATIVAS DE LOGRO ANUALES

- Explicar los espacios geográficos argentinos en función de las relaciones que
existen entre la economía,  la política y las condiciones físico-naturales.

- Conocer los puntos de vista contrapuestos y consensuados entre diferentes
sujetos sociales involucrados en los espacios geográficos abordados.

- Considerar el rol del Estado en el  actual contexto, en lo que hace a su capacidad de intervención en el territorio para lograr mayores grados de igualdad social.

                                        
 CRITERIOS DE EVALUACIÓN y CALIFICACIÓN

- TRABAJO EN CLASE: Los alumnos/as trabajarán en el aula individualmente o en forma grupal o de a dos, según la modalidad del ejercicio. En el caso de exposiciones orales y grupales serán avisadas, de ser posible con dos semanas de antelación y los alumnos/as presentes deben saber todos los contenidos asignados al grupo. En la situación  de haber ausentes el día de la exposición se les tomará en la clase siguiente de manera individual. Esto fomenta la solidaridad, el respeto por el otro, el compromiso, la auto-disciplina, el intercambio de ideas, y la socialización del trabajo creativo. Es fundamental la participación del alumno en clase y en forma ordenada, así como  informarse sobre hechos  relevantes que ocurrieron  en nuestro país.

- CALIFICACIÓN EN CADA TRIMESTRE: el promedio final de cada trimestre se obtendrá de al menos una evaluación escrita individual, con su correspondiente recuperación oral o escrita a criterio del docente; de trabajos prácticos realizados en clase o domiciliarios, individuales, de a dos o grupales. Y a partir del fin del primer o comienzo del segundo  ensayaremos  TP  con exposición oral y grupal, como medio para favorecer la expresividad, la creatividad y la ampliación de las diversas temáticas, con el aporte de  información ampliatoria realizado por los alumnos/as.





PROGRAMA DEL AÑO
 
UNIDAD 1  Procesos productivos, economías regionales y asimetrías territoriales de la Argentina

- La Geografía: relación con la historia y la historia económica.
- Saber hoy Geografía.
- Espacio geográfico: análisis de componentes.
- La idea tradicional y actual de territorio.
- La organización político-territorial argentina.
- Los procesos productivos más representativos de las diferentes economías regionales extra-pampeanas.
- Características de los circuitos productivos agrícola-ganaderos de la pampa. Causas y consecuencias de los cambios organizativos -incluidos los tecnológicos en la producción.


UNIDAD 2  La problemática de los bienes comunes de la tierra y su relación con los problemas ambientales.

- Las relaciones sociedad-naturaleza.
- Las concepciones sobre los bienes comunes de la tierra y la privatización de los recursos naturales.
- El derecho universal al agua.
- La contaminación de las cuencas hídricas de aguas superficiales.
- Las cuencas hídricas y su aprovechamiento para el consumo y la producción.
- La mega minería a cielo abierto.


UNIDAD 3 Población y condiciones de vida en la Argentina actual. El sistema urbano argentino. 


- La urbanización y el crecimiento del sistema urbano de la Argentina.
- Visión panorámica sobre las transformaciones del sistema urbano.
- La aparición de los barrios privados u otras formas de nuevas urbanizaciones.
- El  crecimiento de las desigualdades sociales durante las últimas tres décadas en la Argentina.

-  La diferenciación y desigualdad geográfica de las condiciones de vida en la Argentina urbana y rural.