domingo, 5 de abril de 2009

3ro SB 2009
Los countries

En www. letrademolde.com

Algo huele a podrido en los countries.

Marcelo Piñeyro comienza a rodar “Las viudas de los jueves”.Marcelo Piñeyro comienza el rodaje de la versión cinematográfica de la exitosa novela de Claudia Piñeyro.

De todas las mentiras en que millones de argentinos eligieron creer en los últimos veinticinco años, la de la vida perfecta en los barrios privados y countries es una de las más dolorosas para una sociedad que soñaba con la democracia perfecta, que, se sabe ahora, no existe. Miles de personas poniendo distancia física de las más necesitadas para armarse una ilusión de felicidad conformaron un movimiento social de peso real, sobre todo en los años noventa: parecían la legión de los triunfadores, el espejo en que podía mirarse la clase media con aspiraciones. En la burbuja de esa vida egoísta en los paraísos terrenales, se diluían los problemas de la inseguridad, las paranoias urbanas, los ruidos excesivos, las colas en todas partes, la pesadez de convivir con vecinos no deseados. Calles ordenadas, casas hermosas, vigilancia permanente, escuelas bilingües con gente como uno, se convertían en una realidad al alcance de la mano para quienes tenían el poder adquisitivo suficiente para huir de las desdichas de las ciudades atestadas de personas necesitadas. El futuro perfecto en cuotas en dólares, los bunkers de los rubios, el sueño verde hecho realidad, el aislamiento como solución personal, los vidrios polarizados para no ver excluidos durmiendo al aire libre.
Después, pasó lo que pasó, en un mundo en que todo cambia según pasa el tiempo, y lentamente lugares que se pensaban a sí mismos como paraísos terminaron convirtiéndose en infiernos. Crímenes como los de María Marta García Belsunce o Nora Dalmaso sirvieron para que el resto de la sociedad asumiera aquello que los que vivían en los guettos ya sabían en carne propia: que en todas partes se cuecen habas y que nadie escapa de los problemas metiéndose en una burbuja. Las casas tipos chalet californiano de los primeros countries -el Tortugas, el Hindú Club, Highland, el Olivos Golf Club, el Argentino- eran usadas inicialmente durante los fines de semana y en las vacaciones por las familias ricas. Pero a fines de los años ‘80, con la irrupción de los yuppies y la proliferación de las autopistas que achicaron distancias, ingresaron a ese mundo nuevos estratos sociales, que veían en la adquisición de propiedades una forma de ingreso a círculos sociales mas elevados. A principio de los años ‘90, los emprendimientos inmobiliarios se multiplicaron, y llegaron a 400, y a finales de la década ya eran 600. El llamado “estilo americano de vida”, o su fantasía, pero en un país del Tercer Mundo, cruzado de realidades y dolores muy diferentes a los del Primer Mundo real.
Investigando el fenómeno para su libro “Vida en los countries. Los que ganaron”, Maristella Svampa se encontró con que muchos de los residentes sienten una especie de culpa colectiva por haberse salvado mientras muchos de sus compatriotas se hundían en la pobreza. “Las entrevistas ciertamente no fueron fáciles porque implicaban cierta violencia, sobre todo cuando abordábamos el tema de la segregación espacial”, cuenta. “La gente reaccionaba con un sentimiento de culpabilidad y de vergüenza, y esto tiene que ver con que la segregación espacial es absolutamente novedosa en la Argentina.
“No podemos comparar la actualidad del estilo de vida country con las tendencias de los años ‘30 ó ‘50 o inclusive de la década del 70, cuando estaba ligada al esparcimiento de los fines de semana. Hoy esa vida expresa una de las dimensiones más radicales del proceso de privatización del país”. Y además, está el tema de las clases sociales. Los chicos y adolescentes criados en esos cotos, apunta Svampa, crecieron en un espacio muy homogéneo, en el cual los únicos diferentes son las mucamas, los jardineros, los custodios.
“El pobre aparece como el destinatario de la beneficencia, pero nunca se tiene contacto real con él. No se lo ve. En las escuelas se organiza el non uniform day donde los chicos están obligados a llevar alguna donación que se destina a gente de la población en la que se encuentra el country. Pero ese contacto es virtual. Una señora que trabaja como secretaria y vive en uno de los countries más elitistas me contó, bastante avergonzada, que escuchó a sus hijos mientras jugaban y que refiriéndose a una situación determinada decían: ‘¿Si pasa tal cosa, es hombre, mujer o mucama?’ La mujer, incómoda, intervino para aclararles el equívoco, pero los chicos insistían con las tres categorías. Para ellos la mucama era otra categoría”.

Esos chicos no saben moverse bien fuera de los muros de la protección. Desarrollan, fuera de la burbuja “un miedo y una inseguridad exacerbados”. No están aptos para la vida ciudadana. En los últimos diez años, la literatura, la televisión, el periodismo, el cine y las ciencias sociales han puesto una lupa gigantesca sobre este nuevo universo social, repleto de perlas a la hora de intentar contar aspectos claves de la condición humana en el siglo XXI. Esta semana, de hecho, el cineasta Marcelo Piñeyro comienza en un country el rodaje de su adaptación de "Las viudas de los jueves", de Claudia Piñeiro, ganadora hace cuatro años del Premio Clarín de novela según un jurado integrado por José Saramago, Rosa Montero y Eduardo Belgrano Rawson. El elenco está lleno de figuras jóvenes, como Pablo Echarri, Leonardo Sbaraglia, Ernesto Alterio, Juan Diego Botto, Juana Viale, Gabriela Toscano y Ana Celentano. Trabajando en un terreno al que el público televisivo reconoce después de haber visto la serie estadounidense Amas de casa desesperadas, o su adaptación a la Argentina realizada por Canal 13, la novelista puso un ojo crítico sobre las vidas de las familias acomodadas de un barrio privado, llamado La Cascada, en que ocurren una serie de muertes difíciles de investigar.
Para el escritor Antonio Dal Masetto, el éxito de la novela, coronado ahora por su llegada al cine, pero preludiado por una importante cantidad de reediciones, es la descripción de vidas escondidas detrás de muros por demás vigilados, para que nada se filtre hacia el afuera. “La voz que narra no se deja odiar del todo, a pesar de lo que dice (una y otra vez: las miserias de la ostentación). Y las que narran son, casi siempre, mujeres. Mujeres de hombres con una misma y única obsesión: mejorar o mantener el nivel de vida, cueste lo que cueste”, dice Dal Masetto sobre Las viudas de los jueves”. “También hay mujeres que se preguntan cómo es posible que sigan ingresando judíos al country. Mujeres dispuestas a cambiar el nombre de sus hijos adoptados, por considerar que el que figura en el DNI es de gente pobre (cambia Ramona por Romina). La fiebre de la convertibilidad avanza en cada capítulo, y con cada nueva adquisición de algún vecino (un piso nuevo, un Alfa Romeo, un home theatre) se mencionan -como al pasar- distintos acontecimientos que van configurando una historia paralela. La Argentina de los ‘90: desde la asunción de un nuevo presidente a fines del ‘89 hasta los días de septiembre del 2001: (…) Y entre esas dos fechas aparecen (para desaparecer inmediatamente) las más recordadas vergüenzas y canalladas que hicieron del menemismo un icono de la hipocresía, el desenfreno y la estupidez. Es que la verdadera caída de Las viudas de los jueves es la del menemismo. Y la verdadera muerte está siempre del otro lado del alambrado de La Cascada, donde se extiende una villa que los vecinos del country evitan mirar, aun cuando esté sólo a unos metros de sus casas. Pero, como en una película de suspenso (y el suspenso cargado de humor es lo mejor de Piñeiro), la muerte entra al country. Y cuando la muerte está del lado de adentro, no importa quién sea el muerto (incluso puede tratarse del hijo del presidente); lo único que importa es el negocio. La transa. El dinero”.

Curiosamente, o no, también hubo y hay countries de la comunidad judía, que son el material con que el cineasta Ariel Winograd trabajó su película “Cara de queso”, basada en experiencias de su propia cosecha a mediados de los años ‘90, en el momento en que Carlos Menem empezaba a trabajar el proyecto que terminaría en su reelección, Pacto de Olivos mediante. “Durante el Holocausto a los judíos nos ponían en ghettos y nuestros padres, ya de grandes, hicieron lo mismo”, dice durante la película la voz en off de un chico de 13 años, que en rigor representa la experiencia del director. La ópera prima de Winograd describe la vida en El Ciervo, un lugar de reunión de unas cien familias judías en que un chico va descubriendo, mientras sufre enormemente la adolescencia, las miserias humanas, la corrupción, la desesperanza, la mentira, la injusticia. El de El Ciervo parece un mundo que funciona como la antítesis de la historia del Once, el barrio porteño en que los judíos convivieron y conviven con otras inmigraciones y religiones. “En el country al que yo iba -contó el director- no existían los católicos”. Tal vez, claro, se trate de dos mundos diferentes: el de los judíos pobres y el de los judíos. Pero en ese country sí existían, en cambio, otras categorías que dividían las personas, que trazaban divisiones muy claras. Un mundo escindido, según Winograd, entre “el pibe que tiene las mejores zapatillas o el padre que tiene el mejor auto, y nosotros, los b...”.

La periodista Carla Castello publicó hace dos años “Vidas perfectas”, una concienzuda investigación, basada en docenas de entrevistas, sobre qué fue con el paso del tiempo de esas personas que sucumbieron a la tentación de rehacer sus vidas para mejor encerrándose en prisiones de oro. Para muchos, la retirada de la ciudad rumbo al más allá de la General Paz, o los otros límites de la Capital Federal representaba “la pantomima de un mundo sin violencia social que respondiera exclusivamente a sus necesidades”. Castello sintetizó así algunas de sus impresiones durante un viaje en transporte público hacia uno de los countries ubicados al Norte de la Capital Federal: “Desde el colectivo 57, la diferencia social es escandalosa. La pobreza se acentúa cuando el colectivo deja la ciudad y se multiplica a medida que avanza su recorrido. La imagen recrudece. Desde las ventanillas puedo ver las primeras carretas de caballos que levantan el polvo de la ruta. Las miradas de los hombres son mas agrias, más pesarosas. Hay gallinas y chicos que no sabe dónde ir. Entre los barrios más empobrecidos se levantan los muros. Irónicamente. Rodeados de amenazantes alambrados, guardias privados y patrullas propias, los vecinos de los countries no tienen relación con sus otros vecinos. Los perdedores no los pueden alcanzar (…). Será por eso que despiertan el morbo de todos los excluidos del mundo country (…). Todos quieren saber qué hacen los ganadores. Cómo se matan. Por qué mueren. Cuales son las fantasías sexuales que más los atormentan. Si en todas esas casas de colores pastel, tan parecidas, se cuecen las maldades pertinentes”.

Si William Shakespeare viviese, un buen comienzo para un gran drama familiar basado en aspectos esenciales de la condición humana podría ser: “Algo huele a podrido en los countries”.

Por Carlos Polimeni
Fuente: Miradas al Sur
Más información. www.miradasalsur.com

No hay comentarios: