lunes, 9 de marzo de 2020


5T0 SOCIALES GEOGRAFÍA 2020 Profesor: Carlos Corzo 11/03/20

Escuchar. La expulsión de lo distinto TEXTO ADAPTADO

Byung - Chul Han. (o Pyong-Chol Han) (Seúl, 1959​) es un filósofo y ensayista surcoreano experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín. Escribe en idioma alemán y está considerado como uno de los filósofos más destacados del pensamiento contemporáneo por su crítica al capitalismo, la sociedad del trabajo, la tecnología y la hiper-transparencia. El hiper-consumismo, la auto-explotación y el miedo al otro son algunos de los rasgos distintivos de la civilización moderna, de acuerdo con sus postulados. Este filósofo ha sido considerado una de las voces más reputadas para diseccionar la sociedad del siglo XXI.

La Red está ahí y no hay más salida que aceptarlo. Pero mucha gente es consciente de los muchos inconvenientes que se agregan a las evidentes ventajas de esta realidad. La reflexión que nos propone Alejandro Floría Cortés, del filósofo surcoreano Byung - Chul Han, Profesor en Alemania, reflexiona sobre los paradójicos problemas de incomunicación que afloran en un sistema, precisamente, de comunicación. Porque desaparece un elemento básico de esta comunicación: la otra parte.
De la red obtengo información, y para ello no tengo que dirigirme a ningún interlocutor personalmente. Para obtener información o productos no tengo que desplazarme al espacio público. Más bien, hago que la información y los productos vengan a mí. La comunicación digital me interconecta y al mismo tiempo me aísla. Destruye la distancia, pero la falta de distancia no genera ninguna cercanía personal. Sin la presencia del otro, la comunicación degenera en un intercambio acelerado de información. No entablé ninguna relación, sólo una conexión. Es una comunicación sin vecino, sin ninguna cercanía vecinal. Escuchar significa algo totalmente distinto que intercambiar información. Al escuchar no se produce ningún intercambio. Sin vecindad, sin escucha, no se configura ninguna comunidad. La comunidad es el conjunto de oyentes.
En Facebook no se mencionan problemas que pudiéramos abordar y comentar en común. Lo que se emite es sobre todo información que no requiere discusión y que sólo sirve para que el remitente se promocione. Ahí no se nos ocurre pensar que el otro tenga preocupaciones y dolor. En la comunidad del "me gusta" uno sólo se encuentra a sí mismo y a quienes son como él. Ahí tampoco resulta posible ningún discurso. El espacio político es un espacio en el que yo me encuentro con otros, hablo con otros y los escucho.

La escucha tiene una dimensión política. Es una acción, una participación activa en la existencia de otros, y también en sus sufrimientos. Es lo único que enlaza e intermedia entre hombres para que ellos configuren una comunidad. Hoy oímos muchas cosas, pero perdemos cada vez más la capacidad de escuchar a otros y de atender a su lenguaje y a su sufrimiento.
Hoy, de alguna manera, cada uno se queda a solas con sus sufrimientos y sus miedos. El sufrimiento se privatiza y se individualiza, pasando a ser así objeto de una terapia que trata de curar el yo y su psique (es aquello formado por los fenómenos y los procedimientos que ocurren en la mente). Todo el mundo se avergüenza, pero cada uno se culpa solo a sí mismo de su endeblez y de sus insuficiencias. No se establece ningún enlace entre mi sufrimiento y tu sufrimiento. Se pasa por alto la sociabilidad del sufrimiento.

La estrategia de dominio consiste hoy en privatizar el sufrimiento y el miedo, ocultando con ello su sociabilidad, es decir, impidiendo su socialización, su politización. La politización significa la transposición de lo privado a lo público. Lo que hoy sucede es más bien que lo público se disuelve en lo privado. La esfera pública se desintegra en esferas privadas.



La voluntad política de configurar un espacio público, una comunidad de la escucha, el conjunto político de oyentes, está menguando radicalmente. La interconexión digital favorece este proceso. Internet no se manifiesta hoy como un espacio de la acción común y comunicativa. Más bien se desintegra en espacios expositivos del yo, en los que uno hace publicidad sobre todo de sí mismo. Hoy Internet no es otra cosa que una caja de resonancia del yo aislado. Ningún anuncio escucha.
La alborotadora sociedad del cansancio es sorda, a diferencia de ella, la sociedad venidera podría llamarse una sociedad de los oyentes y de los que atienden. Hoy es necesaria una revolución temporal que haga que comience un tiempo totalmente distinto. Se trata de redescubrir el tiempo del otro. La actual crisis no es la aceleración, sino la totalización del tiempo del yo.
El tiempo del otro no se somete a la lógica del incremento del rendimiento y la eficiencia., la cual genera una presión para acelerar. La política temporal neoliberal elimina el tiempo del otro, que por sí mismo sería un tiempo improductivo. La totalización del tiempo del yo, viene acompañada de la totalización de la producción, que hoy abarca todos los ámbitos vitales y conduce a una explotación total del hombre.
La política temporal neoliberal elimina también el tiempo de la fiesta, el sublime tiempo nupcial, que no se somete a la lógica de la producción. Conduce a la eliminación de la producción. A diferencia del tiempo del yo, que nos aísla y nos individualiza, el tiempo del otro crea una comunidad. Por eso es un tiempo bueno.

En el enjambre

En esta obra, analiza la forma en la que la revolución digital, internet y las redes sociales han transformado la esencia misma de la sociedad. Se ha formado una nueva masa: “el enjambre digital”: una masa de individuos aislados, sin alma, sin acción colectiva, sin sentido y sin expresión. La hiper-comunicación digital destruye el silencio y únicamente percibe ruido carente de coherencia, aturdidor. Bajo este contexto se impide el cuestionamiento al orden establecido, tomando así el sistema rasgos de totalitarismo de forma poco visible.
Byung-Chul Han parte de la base que el respeto constituye una pieza fundamental para lo público, y que si el primero desaparece, decae de inmediato lo segundo. La comunicación digital deshace las distancias. Y la falta de ella conduce a que lo público y lo privado se mezclen, y los límites entre ambos pierdan sentido. Así, se configura el escenario digital ideal para borrar todo contacto humano. De este modo, se origina un vertiginoso río informativo que decanta en el llamado anonimato, excluyente del respeto. La comunicación digital, además de incentivar lo individual y anónimo, destruye a la vez, el respeto, íntimamente ligado a la distancia que se da entre las personas. Distancia que hoy en día es casi nula, al igual que el respeto.
Hoy vivimos en una cultura virtual extrema, donde las emociones no son expresadas de piel a piel, sino con emoticones. Las relaciones de carne y hueso escasean. Deja de existir ese espacio de interlocución, donde existía un equilibrio entre oyente y hablante. Este nuevo paradigma de relaciones viene de la mano con el ensimismamiento y la poca participación colectiva. “(…) La intimidad es expuesta públicamente y lo privado se hace público”. La vida ocurre a través de una pantalla que todo lo sabe, que todo controla y mucho más aún de lo que podemos llegar a imaginar. La manipulación es ejercida intencionalmente, y posee tal poder que incluso maneja los estados anímicos de los participantes como los estados anímicos colectivos.
La sociedad se ha disgregado al punto que lo comunitario y participativo está en claras vías de extinción. “La privatización se impone hasta en el alma”.

Hoy todo se mira desde un yo no participativo, un yo que no se involucra y que ve como espectador lo que sucede a lo largo y ancho del globo. Siempre desde su intocable individualidad, vendida como logro personal, pero que, a fin de cuentas, es una cárcel.

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