Argentina:
mitos y verdades de una geografía privilegiada
Por Héctor
Zajac | Para LA NACION
El autor es geógrafo y consultor
ambiental. Profesor y Licenciado en Geografía (UBA), Magíster en Problemáticas
Urbanas (Universidad de Nueva York), profesor titular de las cátedras de
Geografía Ambiental II, Geografía Política y Problemáticas Territoriales
Americanas en el Profesorado de Geografía. Profesor titular de Ciencias de la
Tierra, en el Profesorado de Ciencias Biológicas.
¿Quién no ha
participado alguna vez de una charla formal o informal donde se abunda en
lamentaciones respecto a la incapacidad que tenemos los argentinos para
aprovechar las ventajas geográficas, con las que hemos sido bendecidos?
"Los argentinos tenemos todos los climas y la mejor tierra del
mundo", "Con unas cuantas cosechas buenas nos salvamos" o, en la
misma línea: "El único problema de la Argentina son los argentinos".
Hasta la Presidenta hizo referencia al tema en su último discurso, invocando
una causalidad divina para explicar la riqueza geográfica de nuestro país:
"Se lo debemos a Dios", dijo.
Conviene
entonces revisar en estos discursos su nivel de realidad o irrealidad dado que
hay en su subtexto un efecto paralizante que legitima una idea de estado
inactivo; para qué actuar si todo nos ha sido brindado o, cuanto menos se
intervenga, mejor.
¿Es el suelo
argentino tan fértil como se lo pinta? La Pampa fue definida ya hace cien años
por Florentino Ameghino como una región compleja y heterogénea que incluye
zonas que sufren severas sequías y otras, como la cuenca del Salado,
devastadoras inundaciones. La dinámica actual de expansión de la frontera
agropecuaria y su impacto ambiental sobre muchas de estas zonas está generando
procesos erosivos y desertificación en gran escala, mientras que el
sobrepastoreo y la compactación de suelos llegan a niveles alarmantes.
Por otro
lado: ¿son sus beneficios tan abarcativos como para hablar de potencial de
desarrollo para la totalidad de una Nación? La elevada valorización que sufrió
en los últimos años el suelo rural debido a la globalización de la demanda y el
boom sojero generó una fuerte segmentación social en el acceso a la tierra que
lleva a interrogarnos acerca de cuán masivos son sus beneficios para un país,
teniendo en cuenta que los paquetes tecnológicos en boga no son intensivos en
el uso de fuerza de trabajo. Y cuando lo son, como es el caso de los cultivos
industriales en zonas no pampeanas, van asociados a un alto nivel de
explotación de trabajadores.
Tampoco
generan significativos efectos cascada -la mayoría de los insumos son
importados- y aunque las retenciones financien en parte el actual modelo sería
pretencioso pensar que el desarrollo de un Estado pueda descansar sobre la
bonhomía de sus tierras. Además, Buenos Aires constituye también un gigantesco
desperdicio desde el punto de vista productivo: una de las ciudades más grandes
del mundo con un implante territorial de más de 3000 kilómetros cuadrados -y
que sigue creciendo- situada sobre tierras de enorme productividad, lo que ha
constituido un fuerte argumento cuando se debatió en los '80 el traslado de la
Capital Federal.
Finalmente,
la Argentina no es solamente la región pampeana: para Arturo Jauretche
"pampeanizar" el país es una gran zoncera criolla producto de una
mirada desde la metrópolis, que oculta la realidad de millones de personas que
habitan vastas regiones de tierras estériles en esa misma nación. Esto proyecta
al mundo y al interior una distorsionada imagen de riqueza y de su potencial de
desarrollo.
El discurso
geográfico determinista le confiere a una nación con regiones de tierras
fértiles, precipitaciones abundantes y suelos llanos la razón de un futuro
venturoso. Pero países con una naturaleza definitivamente adversa han logrado
altos niveles de desarrollo como por ejemplo Holanda (Países Bajos) con casi un
tercio de su tierra cultivable reclamada al mar a través del sistema de
"polders" -complejas obras de diques y canales que encarecen
astronómicamente los costos de producción- la clave: especialización agraria en
productos premium y sistemas de comercialización de avanzada con las más altos
estándares en nuevas tecnologías en todas las etapas del proceso. El caso de Japón
es por bien conocido por todos.
Las hoy
excelentes tierras argentinas fueron un páramo en el fin del mundo cuando
durante siglos el concepto de riqueza se basó en la acumulación de plata y oro.
En cambio, enormes segmentos de territorio como las provincias del NOA (Noroeste
Argentino) vieron florecer su comercio y producción manufacturera para
abastecer a la región del Potosí. Al revertirse la tendencia económica mundial
hacia la acumulación primaria, la región pampeana fue cobrando progresivamente
un rol protagónico como productora de alimentos en el nuevo modelo. El NOA y
Cuyo, olvidadas.
El petróleo
estuvo siempre presente en el subsuelo nacional pero solo tuvo valor como un
recurso cuando cambió el paradigma tecnológico y surgieron capitales para su
explotación.
Suelos
aluviales: muchas llanuras del mundo -como la pampeana- se forman por el
depósito de sedimentos acarreados por ríos que le dan minerales al suelo. Esta
dinámica conocida como aluvial es, a la vez, su fuente de riqueza. Sin embargo,
son esos mismos sedimentos los que bloquean los canales de acceso al puerto de
Buenos Aires. También son los que levantan su lecho y encarecen los costos de
dragado y operativos a niveles no compatibles con la dirección tomada por la
evolución tecnológica de la industria naviera actual (basada en la producción
de buques con esloras que ya sobrepasan los 300 metros y con un calado
concordante). La acelerada erosión en la competitividad de los puertos
fluviales del país que resulta de lo descripto podría comprometer el valor del
suelo rural en el futuro y la importancia de toda la región de no mediar el
desarrollo de un puerto de aguas profundas que la reposicione globalmente,
abaratando sus costos de transporte.
La
continentalidad aisló a la Bohemia rodeada de montañas en el centro de Europa,
pero esa misma centralidad la enriqueció cuando la irrupción del ferrocarril
abrió el paso de sus materias primas a los puertos más importantes del
continente.
Otro factor
geográfico como el monopolio insular ha sido considerado siempre como positivo
para Gran Bretaña. Se dice que la ha aislado de algunos de los efectos de
crisis europeas y le ha conferido ventajas defensivas. Sin embargo, solo fue
positiva en la época de los "Seven Seas" (Siete Mares) cuando los
vapores necesitaban abastecerse de carbón y productos esenciales en sus
colonias, lo que generaba una importante economía de escala. Pero entró en
crisis y decayó cuando bajo el modelo tecnológico del petróleo -ahora
dominante- los nuevos buques consiguen mayor autonomía de navegación.
Por supuesto
que el tener petróleo, buenas tierras u otros recursos ayuda, pero de ninguna
manera puede sostenerse que nuestro país esté condenado al éxito por ello.
Los filósofos
socráticos definían a la conciencia de la carencia como un primer nivel de
sabiduría o "ignorancia sabia". Acaso algún día los argentinos nos
pensemos como una nación más que habita el mundo, con ventajas y desventajas
como cualquier otra. Ése sería un gran primer paso.
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