BRAILOVSKY, ANTONIO y FOGUELMAN, DINA “Memoria verde. Historia ecológica de la
Argentina”. Buenos Aires, Editorial
Sudamericana, 1998.- páginas 16-21
LAS
RELACIONES SOCIEDAD- NATURALEZA
El
Concepto de las relaciones sociedad-naturaleza surgió del análisis ambiental en
América Latina, y no por casualidad: se
contrapone al concepto de relaciones hombre-naturaleza que durante gran parte
de este siglo primó en los países desarrollados como forma de diluir responsabilidades sobre consecuencias
criticables del mal uso de la naturaleza y que sirvió, por ejemplo, para atribuir la mayor parte de las culpas
ambientales a la superpoblación, de preferencia la del Tercer Mundo. Hablar de
sociedades implicar partir de la base de que no son los individuos quienes
usan la naturaleza, sino las sociedades
que los agrupan, e involucra una evaluación crítica de las decisiones tomadas
por quienes las manejan.
El
concepto adquiere su más amplio sentido cuando se lo analiza como resultante de
los estilos de desarrollo que han prevalecido históricamente. En otras
palabras, la hipótesis que guía este trabajo y que se aplicará al análisis de
numerosos ejemplos, es que los estilos de desarrollo elegidos o impuestos por
los países de la región han determinado y se han expresado a través de diversas formas de interacción
sociedad-naturaleza.
Este
trabajo se procura demostrar que las condiciones ambientales de un país están
íntimamente vinculadas con el estilo de desarrollo y con las sucesivas fases de
desarrollo por las que ese país atraviesa.
INFORME
METODOLÓGICO
La
mayor parte de los estudios sobre el
ambiente se centran en la descripción del estado actual de los procesos
ambientales y en su representación geográfica. A menudo se habla de las
condiciones del medio como resultantes de la actividad humana per se, sin una
estricta vinculación con situaciones históricas concretas.
Pensamos
sin embargo que los problemas del medio ambiente se vinculan con la forma en
que una sociedad concreta utiliza su base natural, de qué manera la emplea para satisfacer sus necesidades y
por qué lo hace de esa manera particular.
Cada
sociedad humana establece una relación diferente con la naturaleza: aprovecha
distintas porciones y aptitudes de la naturaleza que, como vimos, se organiza
en ecosistemas. Esas porciones de las que extrae un aprovechamiento económico
actual o potencial se denominan recursos naturales.
Diferentes
sociedades utilizan los recursos naturales de distinta manera: dan un uso
productivo a unos, depredan otros, mantienen otros sin utilización.
El
vínculo material entre unas y otros son las tecnologías, como conjuntos de
conocimientos y habilidades aplicados a la explotación de los recursos. Su
forma de uso depende del conocimiento tecnológico, pero se vincula también con
aspectos económicos y de proyectos y modelos sociales y culturales. Aunque
cueste creerlo, para los conquistadores
y colonizadores españoles la Ciudad de Buenos Aires estaba rodeada por un
desierto que algunas crónicas califican de horribles:
un espacio cubierto de pajonales, por el que podían caminarse 200 leguas sin
ver un solo árbol, y que no cumplía ninguna función importante. Hoy llamamos a
este desierto la Pampa Húmeda y es una de las bases principales de la economía
nacional.
Cada
organización social, entonces, tiene una relación diferente con la naturaleza.
En consecuencia, son distintos los impactos de sus actividades sobre el medio
y, por supuesto, también lo son las consecuencias ecológicas de estas
actividades.
La
complejidad de estas interrelaciones es aún hoy poco evaluada por la mayor la
mayor parte de los desarrollos científicos. El avance de la especialización ha
llevado a olvidar el carácter histórico de las relaciones entre sociedad y
naturaleza.
Así,
los especialistas han inventado una historia sin naturaleza y una ecología sin
sociedad. En este libro las hemos unido, y estas interacciones nos muestran un aspecto desconocido de
nuestro propio país.
Definiremos al ambiente como la resultante
de interacciones entre sistemas ecológicos y socioeconómicos, susceptibles de
provocar efectos sobre los seres vivientes y las actividades humanas. Esta definición destaca especialmente el
concepto de sistemas, tal como se describieron al hablar de ecosistemas, y el
de interacciones, ya que ninguno de
los sistemas componentes es exclusivamente definitorio en la formación del
medio ambiente.
El
análisis de las relaciones sociedad –naturaleza que aquí se presenta es concebido como una
aproximación al análisis de sistemas complejos, con un enfoque diacrónico, en
tanto incluye un estudio evolutivo de dichas relaciones.
Las
características interdisciplinarias del enfoque plantean determinadas
peculiaridades metodológicas, porque cada uno de los sistemas sintetiza, a su
vez, interacciones inherentes a una amplia gama de especialidades de campo de
las ciencias naturales y de las ciencias sociales.
Más
concretamente, los componentes de esos sistemas y de sus interacciones que se
consideran más importantes en la construcción del medio son:
En los sistemas ecológicos, la calidad (tipo, estabilidad,
renovabilidad, etc.) y cantidad
(efectiva y potencial) de los recursos naturales pasibles de explotación. Es
decir, comenzamos inventariando qué recursos naturales tenemos para después
analizar qué hacemos con ellos. Por ejemplo, cuando se construyeron las cloacas
de Rosario se discutió si se las hacía terminar en el río o se les daba algún
otro destino. Y la inmensidad del Paraná fue el argumento más concluyente:
durante casi un siglo “Padre de las aguas” recibió, pacientemente, miles de
toneladas de materias fecales que se ocupó de biodegradar y devolver después a los cielos naturales. En
este caso estamos hablando de recursos naturales que estaban antes de que la
sociedad se constituyera. Pero en
ocasiones nos encontramos con recursos que son obra humana, como veremos
ocurrió con el paisaje y el suelo pampeanos, que son el resultado del trabajo
humano, tan artificiales como puede serlo una ciudad.
En
los sistemas socioeconómicos, la estructura
de relaciones establecidas entre los hombres a efectos de la producción, a escala nacional
e internacional. Un ejemplo significativo es el cultivo de cereales en la
región pampeana. Plantado inútilmente por Belgrano, fue necesario que se
modificaran las relaciones sociales
locales e internacionales, para que esos
ecosistemas fueran utilizados de esa manera durante el proyecto de la llamada
Generación del 80.
En
los nexos tecnológicos, el grado de
desarrollo de las tecnologías productivas utilizadas y sus modalidades. La
tecnología es el instrumento de apropiación y de transformación de los recursos
naturales; cada tecnología tiene un impacto ambiental preciso. Es distinto que
estemos inyectando en el ambiente pesticidas o detergentes biodegradables o
materiales radioactivos. Del mismo, modo, efectuar rotaciones
agrícola-ganaderas tiene efectos diferentes que no hacerlas. No se trata sólo
de una contraposición entre tecnologías “antiguas” y “modernas”, sino de
detectar la especialidad de incidencia de cada una de ellas sobre el
ambiente.
Las
interacciones dinámicas de estos tres
componentes complejos determinan, en cada una de las fases de desarrollo del
país:
Cierto modo de
utilización de los recursos naturales renovables y no renovables, lo que implica
cierto tipo de racionalidad económica y política en la utilización de esos
recursos.
Cierto modo de la
utilización del espacio nacional, rural y urbano, como reflejo de las
relaciones productivas.
Ambos
modos de utilización están interrelacionados. En el fondo son facetas de la
misma cosa. El modelo basado en la explotación de plata del Potosí organiza el
espacio a su manera, transforma el país
en un largo camino entre las vetas de plata y el puerto por el que el metal
sale a la metrópoli.
Esta
interrelación determina, en cada tiempo y espacio particular, ciertas condiciones de calidad de vida y
determinadas formas de modificación
del medio que constituye la base de los hábitat humanos. Volviendo a nuestro
último ejemplo, recordemos que las
condiciones del ambiente laboral en las
minas fueron tan duras que en Potosí murió tanta gente como en Auschwitz.
También ese modelo influyó sobre el hábitat urbano: la fiebre de la plata creó
un área metropolitana en el altiplano, con casi todos los problemas que
caracterizan a las grandes ciudades
actuales.
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