Debates de actualidad
En www.clarin.com.ar 06/03/11
La pedagogía militante no es docencia Por Ricardo Roa, EDITOR GENERAL ADJUNTO DE CLARIN
Nunca se está curado del todo del autoritarismo. Los militares de la dictadura habían prohibido, entre tantas otras cosas, las matemáticas de conjunto: las consideraban subversivas por razones por cierto inescrutables. Pero el oscurantismo no es patrimonio de la extrema derecha.
En nombre de la “participación democrática”, la provincia de Buenos Aires cambia los contenidos de Geografía, a la que transforma en una especie de geo-sociología. Dicen que es para abandonar la visión fragmentada de la materia y entender el espacio como algo que transformamos por razones políticas y económicas. Si fuese así, nada que objetar.
El problema es que el cambio viene con trampa. No en la aspiración de “concebir a adolescentes como sujetos plenos”. Es decir, respetar su derecho a la libertad de pensamiento, formar chicos críticos y capaces de tener ideas propias suena desafiante. Pero enseguida muestran la hilacha:
“La geografía que se propone estudiar ... trata de políticas neoliberales que han maximizado la desregulación, la privatización y una radical apertura externa”.
¿No es esto una posición en sí misma? Si estos chicos deben formarse para ser críticos, ¿lo serán con una sola visión? La escuela es pública porque responde a los objetivos de una comunidad, a los de todos. Obvio: armar currículas desde la visión de un grupo la aleja de esa misión.
Hay más: existe “un espacio reservado para que los alumnos puedan reconocer las resistencias y los planteamientos anti globalización de numerosos movimientos sociales en el país, la región y el resto del mundo”.
¿Por qué poner especial atención en los grupos anti y no en los pro globalización? Si hay una discusión en este campo, los alumnos deberían conocerla. Y no únicamente por la versión que a la corriente política que conduce el Ministerio de Educación le interesa presentar.
“En opinión de una gran cantidad de geógrafos y otros científicos sociales, se asiste actualmente a una profunda transformación ... que abarca desde la cultura y la subjetividad humana hasta la mercantilización y privatización de la vida social”.
Más de lo mismo: si ésa es la mirada de muchos ¿por qué no reflejar las de otros, para que los chicos escuchen todas las campanas? El vigor de la educación es la capacidad para expresar pluralidad de opiniones.
Aldo Ferrer, radical devenido kirchnerista y pensador canónico de la globalización, ubica sus comienzos en el siglo XV. En su antiimperialismo de manual, con condenas a la minería a cielo abierto y al “modelo sojero”, los geógrafos K la atribuyen a “ sujetos del neoliberalismo ” que nunca identifican. Por donde se ve, falta ciencia y sobra ideología. Dicho de otro modo: prevalece la ignorancia y no la enseñanza. También traicionan lo público de la escuela. Porque se la privatiza si se intenta que las ideas de unos sean las de todos.
En www.pagina12.com.ar Jueves, 19 de mayo de 2011
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACION
Geografía escolar y medios Por Omar Tobío
** Director de la Licenciatura en Enseñanza de las Ciencias Sociales CEGeo/EHu, Universidad Nacional de San Martín.
Omar Tobío cuestiona el tratamiento periodístico dado a los contenidos de Geografía en los nuevos diseños curriculares y explica la metodología de construcción de los mismos.
El pasado 6 de marzo el diario Clarín publicó una nota de opinión referida a los contenidos de Geografía en los nuevos diseños curriculares de la provincia de Buenos Aires, con el título “La pedagogía militante no es docencia”. No me interesa referirme a los términos –como mínimo– despectivos allí emitidos, sino centrarme en el desconocimiento sobre el carácter de la producción y circulación del conocimiento académico en Geografía y del diálogo entre esta comunidad y el sistema educativo.
Comenzaré diciendo algo ignorado (o negado por default) en dicha nota: en el mundo de la enseñanza de nuestra disciplina se entiende a los diseños curriculares como un intento de comunicación e información al sistema educativo sobre los términos del debate dentro de la comunidad geográfica universitaria y sobre los resultados provisorios de dichas discusiones. Esta documentación, los diseños, emanada desde las esferas oficiales, en democracia jamás es de aplicación unidireccional ni mecánica, ni tampoco se constituye en una prescripción de contenidos a enseñar. Es, ni más ni menos, un marco de referencia conceptual actualizado, útil como herramienta para la tarea docente en el nivel medio.
Muchas veces se realizan rondas de consultas con los docentes de las escuelas, de manera de recoger sus puntos de vista durante el proceso de elaboración de los diseños curriculares, dado que los profesores de Geografía de la escuela media son especialistas –no tabulas rasas– con palabra autorizada, egresados de diversos institutos de formación docente y de universidades. Los profesores, a su vez, siempre entran en diálogo tensando, acordando parcialmente, discutiendo y confrontando con los diseños curriculares una vez que éstos fueron concluidos y publicados. Se produce, de este modo, una hibridación entre lo que los diseños ofrecen y las prácticas y conocimientos docentes preexistentes, en un rico proceso cultural situado en las aulas, lo cual fue desconocido en esta nota de opinión.
Por otra parte, en las discusiones dentro de la comunidad académica de geógrafos –autónoma y libre– de las universidades nacionales suenan “todas las campanas”. A lo largo de los años, algunas “campanas” dejan de sonar, no por censura, sino por su irrelevancia científica. Lo relevante va cambiando con el paso del tiempo. Nuevas “campanas”, discusiones y consensos van surgiendo en el ámbito científico de la Geografía, no atados ni a modas ni a las agendas de algunos medios de comunicación.
Entiendo y comprendo que ciertos consensos dentro del debate geográfico sean vistos por periodistas de algunos medios como inscriptos, por ejemplo, dentro de la teoría del imperialismo, cuando esto no necesariamente es así, sin que esto suponga ningún tipo de actitud valorativa de mi parte. Nadie fuera de nuestra comunidad está obligado a conocer las matrices teóricas de la Geografía, pero resulta preocupante que redactores de medios con semejante incidencia nacional no se informen mínimamente al respecto antes de publicar sus opiniones.
En este sentido, el resultado del intenso diálogo entre los saberes y experiencias del “mundo escolar” con los consensos del “mundo académico”, expresado en diseños curriculares, imposibilita cualquier situación de “oscurantismo”. Un proceso de democratización de los saberes llevado adelante por los geógrafos de la academia en un codo a codo con los profesores del sistema educativo está más allá de las políticas del gobierno de turno. No obstante, es cierto, puede haber situaciones históricas específicas en las cuales el proceso de democratización puede verse restringido por proyectos políticos de raíz más o menos conservadora. Allí podría alojarse cierto “oscurantismo”. O, por el contrario, puede haber una escucha y atención para la promoción de esta expansión democrática del saber, conviviendo, a la vez, con virulentas voces en reacción ante esta apertura, las cuales pueden alojar también cierto “oscurantismo”.
Asimismo, desde el restablecimiento de la democracia en 1983 en las escuelas, comenzó a desarrollarse un complejo proceso de despliegue de una nueva cultura en la enseñanza de la Geografía, consistente en realizarles preguntas a los mapas y a los inventarios –y no a estudiarlos de memoria– en un delicado proceso de cambio.
Así como creo importante bregar por políticas de Estado a largo plazo en materia educativa, también considero que desde la sociedad civil necesitamos continuar en la lucha por la democratización del saber. Si los gobiernos deciden que las corporaciones (mediáticas o de otro tipo) les dicten los diseños curriculares, ignorando a los docentes, a los académicos y a los diálogos entre todos nosotros, muchos seguiremos de todas maneras en esta construcción por los bordes, por las grietas y por abajo. Si, por el contrario, el gobierno de turno escucha y allana el camino con los instrumentos de los que se dispone en las burocracias públicas para respaldar el despliegue de la variedad de diálogos aquí someramente enunciados, mucho mejor. Esto último no supone tener que cambiar de ideología, afiliarse a un partido determinado, alinearse a una corriente política en particular o transformarse en un geógrafo “adicto” a algo. Pensar y escribir con semejante automatismo es producto o de la ignorancia o de la mala fe de ciertos medios y no me interesa discernir de cuál de las dos cosas se trata, porque –aunque como ciudadano me preocupe– no es mi objeto de estudio, aun cuando las palabras emitidas me caigan fastidiosamente encima por ser integrante de la comunidad de geógrafos y profesores de Geografía.
En síntesis, ni los mapas están guardados ni los inventarios son dejados de lado en la Geografía escolar: a los geógrafos y profesores de Geografía nos interesa saber cuántas “cosas” hay y dónde están sobre la superficie terrestre. Pero desde 1983 nos preguntamos en las escuelas también, entre otras cuestiones, por los dueños de esas “cosas” y cómo esos propietarios se vinculan con la naturaleza para localizarlas en los lugares que vemos ocupan en los mapas.
Cada adulto y cada joven después verá qué hace con esas preguntas en una sociedad libre.
domingo, 22 de mayo de 2011
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