ALAS ....
Un día un Ángel se arrodilló a los pies de Dios y habló:
“Señor, visité toda tu Creación. Estuve en todos los lugares. Vi que eres parte de todas las cosas. Y por eso vine hasta Ti Señor para tratar de entender. ¿Por qué cada una de las personas sobre la Tierra tiene apenas un ala?
Los Ángeles tenemos dos. Podemos ir hasta el Amor que el Señor representa siempre que lo deseamos. Podemos volar hacia la liberad siempre que querramos. Pero los humanos con su única ala no pueden volar. No podrán volar con apenas un ala...”
Dios respondió:
’Si, yo se eso. Se que hice a los humanos solamente con un ala...”
Intrigado el Ángel quería entender y preguntó:
Pero, “¿por qué el Señor dio a los hombres solamente una ala cuando son necesarias dos alas para que puedan volar?”
Sin prisa, Dios respondió:
“Ellos si pueden volar, mi Ángel. Di a los humanos una sola ala para que ellos pudiesen volar más y mejor que nuestros Arcángeles....
Para volar, mi pequeño amigo, tu precisas de tus dos alas... Y aunque libre, tú estas solo...
Más los humanos... Los humanos con su única ala precisarán siempre dar las manos a alguien a fin de tener sus dos alas.
Cada uno ha de tener un par de alas... Cada uno ha de buscar su segunda ala en alguien, “en algún lugar del mundo “... para que se complete su par.
Así todos aprenderán a respetarse y a no quebrar la única ala de la otra persona porque pueden estar acabando con su oportunidad de volar.
Así mi Ángel, ellos aprenderán a AMAR verdaderamente a la otra persona...
Aprenderán que solamente permitiéndose AMAR, ellos podrán volar.
Tocando el corazón de otra persona, ellos podrán encontrar el ala que les falta y podrán finalmente volar. Solamente a través del AMOR podrán llegar hasta donde estoy...
“Así como lo haces Tu, mi Ángel. Ellos nunca, nunca estarán solos al volar.”
"Que la luz de Cristo,
que en la Noche de Navidad brilló
sobre la Humanidad, resplandezca
sobre cada uno de vosotros, queridos amigos,
y os acompañe en el compromiso diario
de dar un valiente testimonio de Cristo"
S.S. BENEDICTO XVI
miércoles, 28 de enero de 2009
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