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Los problemas territoriales, puertas adentro del país Por: Carlos Reboratti (GEÓGRAFO INVESTIGADOR CONICET-FAUBA)
Desde los tiempos de la organización nacional, no hubo una verdadera política de ordenamiento territorial y es allí donde pueden encontrarse las causas de varias penurias actuales.
Noticias de distintos lugares del país, aparentemente desconectadas e imprevistas, nos afligen y preocupan a diario: vecinos del Gran Buenos Aires protestan por la decisión de CEAMSE (Coordinación Ecológica del Área Metropolitana Sociedad del Estado) de abrir nuevos lugares para el relleno sanitario; pobladores de la Quebrada de Humahuaca se oponen a la instalación de minas de uranio; los incendios en Córdoba y la sequía en el Noreste castiga a cientos de miles de argentinos. ¿Cuál es la relación entre estos casos?: la insatisfacción por decisiones tomadas –o no tomadas– sobre su territorio, ese lugar donde viven y con el cual se identifican y que a su criterio esta siendo utilizado con fines que no consideran apropiados. ¿De donde proviene este tipo de conflictos? En los primeros dos casos, del choque de intereses (reales o imaginarios) entre la población local, los privados (en este caso, la minería) y los estatales (provinciales, nacionales) sobre un espacio - el territorio - al cual todos pretenden controlar. Este territorio (individual, local, provincial, nacional) es un conjunto muy complejo: por un lado existe una base natural (lo que podríamos llamara el "ambiente original"), que ofrece potencialidades a la sociedad, como son los servicios y recursos naturales, genera limitantes y riesgos y recibe impactos, como la contaminación. Ese ambiente, a medida que es ocupado y utilizado, es apropiado y controlado por diferentes niveles de la sociedad, desde individuos y empresas hasta el Estado. Es a partir de esa apropiación que la sociedad va construyendo instalaciones para vivir, comunicarse y producir, lo que usualmente se conoce como "infraestructura". Este proceso se puede analizar entonces como una superposición de "capas" (ambiente original, ambiente modificado, distribución de la población, etc.) que, si quisiéramos y tuviéramos la información suficiente, también podríamos observar históricamente.A veces esas capas se desvanecen con el tiempo; otras, marcan de tal manera el territorio que a partir de ellas el sentido de la organización es difícil de cambiar (por ejemplo, la impronta que el diseño de los ferrocarriles tuvo sobre la organización del territorio nacional). Todo este complejo proceso organiza al territorio de cierta y particular manera y lo va diferenciando, por ejemplo, entre territorios rurales y urbanos o equilibrados y problemáticos. En buena medida, en nuestro país el territorio se ha ido formando al compás de las actividades económicas que, directa o indirectamente, iban valorizando un área y marginando otras, promoviendo la concentración de la población y las actividades en algunos lugares y vaciando otros. Paralelamente, también el Estado tuvo su papel en la organización territorial, a veces acompañando y potenciando a las fuerzas económicas del momento, otras tomando decisiones guiadas por un interés más social, tendiendo vías férreas o construyendo caminos en áreas postergadas.
Pero los efectos de un proceso que combinaba espontaneidad, proyectos privados, acciones estatales sectoriales, efectos no deseados e intereses individuales o grupales dieron como resultado un territorio cuya organización no pareciera satisfacer a nadie. De allí la idea de que es necesario pasar a una nueva etapa, la del ordenamiento de ese territorio; esto es, generar acciones para que éste se organice de acuerdo a las necesidades, los valores y los intereses de la mayor parte de la población. La idea de planificar la organización del mundo donde vivimos no es nueva: en la Argentina, desde mediados del siglo pasado ya se hablaba, a diversas escalas, de planes de distinto carácter y envergadura. Muchas ciudades encararon lo que en su momento se llamaron "planes reguladores", y a nivel nacional se desarrolló todo un sistema de planificación regional alrededor de una oficina estatal específica, el CONADE (Consejo Nacional de Desarrollo), de existencia algo fugaz. Pero hay tres problemas básicos para llegar a encaminarnos hacia un ordenamiento territorial coherente, que compatibilice todos los intereses.
En primer lugar, hay que considerar que las "capas" de las que hablábamos en la práctica son objeto de políticas sectoriales aisladas (por ejemplo, del tema natural se encarga la Secretaria de Ambiente, de la producción agraria e industrial el Ministerio de Economía, etc.). Un resultado típico de este aislamiento es la reciente idea de construir un "tren bala" (curiosamente generada por el Ministerio de Planificación), tal vez técnicamente brillante pero que al no tener en cuenta ni los intereses de la mayor parte de la población ni su efecto sobre otros elementos y procesos del territorio, difícilmente estaría primera en la lista de proyectos si existiera un plan de ordenamiento territorial. Como paso inicial para llegar a éste, por ahora tenemos que tratar de hacer lo mejor posible con las leyes referidas a esas "capas", utilizando, por ejemplo, la reciente ley 26.331, referida al ordenamiento territorial de las masas boscosas.
En segundo lugar, nuestro país esta políticamente organizado como una federación, por lo cual cualquier plan nacional debería obviamente tener en cuenta los intereses de las provincias; pero estos no son necesariamente coincidentes y hasta el momento carecemos de (y necesitamos) una legislación que confiera a alguna autoridad la potestad para compatibilizar proyectos y definir prioridades.
En tercer lugar, cualquier plan de ordenamiento territorial necesita poseer información cierta, y en eso no estamos muy bien que digamos. Por ejemplo, una fuente de información fundamental para el ordenamiento rural, el Censo Agropecuario 2008, se mueve a paso de tortuga y todavía no ha podido ni siquiera comenzar en la mitad de las provincias cuando el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) había prometido divulgar los resultados finales en septiembre.
Por moda, por imposición o por haber tomado conciencia, la necesidad de encarar el ordenamiento territorial ya está entre nosotros, y no deberíamos perder la oportunidad de encararlo con seriedad.
miércoles, 29 de octubre de 2008
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